—Verás, cielito, desde hace un
par de años vengo teniendo sueños tristes durante la siesta. Yo, una persona
vitalista y activa que, como bien sabes, nunca me he rendido a la vejez ni al
miedo a la muerte, tenía todos los días, en esos sueños de sobremesa, la
certeza de que mi alegría de vivir era una mierda muy grande y me veía siempre
absurdo ante la revelación de mi
insignificancia. El cielo azul de un día soleado era un estímulo visual y no
cielo azul (¿qué coño era el color azul? ¿Y tu sonrisa?: una mueca macabra y
sin sentido).Pues así con todo. Afortunadamente, después de despertarme, los
pensamientos funestos se volatilizaban y solo dejaban un leve poso de confusión
en algún lugar remoto de mi cerebro. Ahí estaban las zanahorias en la huerta y
los cantos rodados en la arena de la playa dándole sentido a mi vida. Y tu
bonita sonrisa. Así que hace una semana, a día 6 de marzo de 2011, decidí no
dar esa cabezadita para evitar malos sueños y en vez de eso salí a dar un paseo
por la playa y los malditos cantos rodados no tenían ni puta gracia, el cielo
azul era más idiotizante que nunca y solo pensar en mis hortalizas se me
revolvió el estómago. Pasaron las horas y no había manera de recuperar el
optimismo. La había jodido bien. Me acosté por la noche esperando amanecer
despertando al día siguiente de un mal sueño pero esa mañana, al ir a calzarme
las zapatillas, sentí un asco indefinible de mis pies y los haces de luz que
entraban por los agujeritos de las persianas me aterrorizaron. En fin, que eso
es todo. La hora de la siesta es la hora de la verdad y por eso es importante estar
durmiendo, así que sé buena y duerme una siesta siempre después de comer porque
el día que dejes de hacerlo se te revelará la inmundicia en que vives y ya
nunca recuperarás la paz de espíritu. ¡¡A dormir!!
El viejo le pasó la mano por la
cabecita a su nieta. Le dio un beso en la frente y salió de la habitación
arrastrando las zapatillas mientras rumiaba “un asco, todo es un asco”. La niña
miró el trocito de azul del cielo que asomaba en la ventana y
vio que todavía era gratificante. Cerró los ojos. Pasaron unos minutos y volvió
a abrirlos para comprobar que el azul del cielo seguía siendo gratificante.
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