Yo
funciono así. Soy un usaider hijoputa. Todos los días bajo a por el periódico y
le digo a la kioskera:
—Dame el periódico, puta fracasada de
mierda.
Es que tiene las cejas así
misericordiosas, hacia arriba, y un hilo de voz que pide perdón por existir y
me dan ganas de arrancarle la cabeza por pusilánime y arrastrada.
—¿El comercio?
—No, cojones, la Nueva, que se acaba de
morir Philip Seymour Hoffman y tengo
ganas de saber si tenía algún pariente en Tineo.
Se pone toda nerviosa, la pobre. Agarra
La Nueva España.
—¡El comercio, cojones, ¿qué me cago en dios
me importa a mí la puta madreña connection?!
Y
siempre le tiro las monedas en céntimos de manera que la mitad se esparzan por
el suelo.
Luego, a lo mejor, cuando voy a la
pescadería del Alimerka:
—A ver, gilipollas, dame la trucha esa
que me mira con cara de haba.
—¿Eh? ¿Qué trucha?
—Cojones, la que me mira con cara de
haba, vaya pescadero de mierda que tiene 6 truchas y no sabe cuál de ellas mira
con cara de haba.
—¿Esta? —señala una al azar.
—Dame cualquiera, cojones, ¿o es que te
parece que las otras tienen una mirada especialmente inteligente?
Se pone nervioso, el pobre.
Y luego en el autobús, si veo a alguien
sentado en el sitio de los minusválidos, por ejemplo, como el otro día, una
chica de gafas de pasta que le sonreía a su smarth phone:
—Me cago en tu puta madre, llevar gafas
y ser idiota no es una minusvalía así que ya estás levantando el culo, zorra de
los cojones.
A mi mami no, a mi mami la trato bien:
—¡Mami! —le digo—. ¡Ya estoy aquí!
¡Déjame unas pastis de esas que te recetó el médico!