Tuve una bronca con el jefe de comedor porque él decía que me había pedido la ensalada de queso emmental y yo estaba seguro de que me había pedido la de mozzarela con aguacate. Parece difícil confundirse con esos nombres pero lo que ocurrió fue que él leyó la comanda y al ver queso en los ingredientes, con las prisas, me gritó: "¡Ensalada mozarella!" y clavó la comanda en el panel; pero la comanda ponía emmental. Así que yo había hecho la ensalada incorrecta por un error suyo. Esto no hubiera tenido mayores consecuencias si el muy paleto no se hubiera confundido ya dos veces con la misma mesa, cuyos comensales eran amigos del dueño del restaurante. Así que quiso hacer una demostración de poder y me llamó ignorante e inútil delante de la camarera francesa de tetitas de media naranja y boquita de un cuarto de polla y me arrojó el plato en la pila desde una distancia considerable, salpicándome toda la chaquetilla nueva con la grasa que flotaba en el agua. Entonces me puse a hacer a toda hostia la ensalada de emmental y cuando apareció el maître por la puerta de la cocina se la lancé con malas intenciones y con tan mala suerte que el plato reventó en la pared y un trocito le hizo sangre en la frente y luego se chivó al jefe supremo y al día siguiente yo estaba en la calle. El chef de cocina no me hubiera echado porque me apreciaba y odiaba a todos los camareros y jefes de comedor del mundo como es de ley cuando trabajas en una cocina durante muchas horas y demasiado rápido. Los camareros suelen descargar toda su ira en la cocina porque no lo pueden hacer con los clientes mientras que los cocineros podemos cagarnos en dios a viva voz o escupir en la sopa del cliente que nos ha devuelto el filete la semana anterior después de montar un pollo de tres pares de cojones. Lo que más me jodía era que iba a perder de vista a la camarera francesa porque, pese a que ya no recuerdo su nombre, en aquellos días yo creía estar profundamente enamorado de ella y su boquita de "o" minúscula (o de cuarto de polla). Solo había conocido a otras dos francesas y las tres me habían enamorado con esa forma de pronunciar sin usar toda la extensión de su boca, a pesar de que una de ellas era realmente sucia e ignorante. Pero la camarera era bastante lista porque se había leído un libro de Stephen King de los gordos en menos de un mes. ¡Y le gustaban las películas de Fernando Esteso y Andrés Pajares! ¿Qué más se le puede pedir a una camarera francesa?.
Me pagaron como si fuera un despido normal, con las vacaciones y todo, y de repente me vi con 400.000 pesetas (no soporto eso de "las antiguas pesetas") en el bolso y tiempo para gastarlas. Pues cogí la mochila y me fui de Andorra definitivamente dejando allí todas las cosas que había almacenado en 4 años, básicamente ropa sucia y cascos de vino. Primero a Barcelona a coger el tren en dirección, por ejemplo, a Cordoba . En el bar del tren acabé con las existencias de un par de bebidas que ahora no recuerdo y me bajé en Lerida por error, tan borracho que me caí y me rompí el hombro. Volvía a Andorra con 10000 pesetas (¡no había más!) y con el hombro roto y me metí otra vez en mi casa (a Dios gracias no había avisado a la casera y todavía era mía) Luego me dediqué a pasearme borracho y lastimero por delante del restaurante para darle pena a la camarera francesa; pero no funcionó. Después me encontré con un antiguo compañero de trabajo, camarero de profesión, que iba muchísimo más borracho que yo y que perseguía a un inglés enorme alrededor de la mesa de una terraza , pretendiendo golpearle con sus manos desnudas. El inglés lo evitaba dando vueltas alrededor de la mesa y se veía que no quería problemas por miedo a arrancarle la cabeza de una hostia a mi colega borracho. Conseguí arrastrar a mi amigo borracho hacia el extrarradio del aquel bar asegurándole que había unas chicas esperándonos en algún sitio y luego se puso mezquino y lo dejé babeando en un banco después de robarle la cartera. ¡Tenía 50.000 pesetas encima!. Así que la suerte me volvía a sonreír . Me metí en el cine a ver " El señor de los Anillos" y salí muy cabreado porque tanto Frodo como Sam Sagaz me dieron mucho asco. Frodo no hacía más que arquear las cejas de tristeza y poner cara de bueno ajesusado (no busques este adjetivo en el diccionario)Y Sam Sagaz parecía medio subnormal. Todo el mundo estaba encantado con la peli pero el tiempo me ha dado la razón en ese detalle: Frodo Bolsón da mucho asco y llora demasiado. Luego pensé en irme de putas para quitarme el mal sabor de boca pero en Andorra no hay o yo no las sabía encontrar así que anduve por los bares intentando seducir a las camareras impresionándolas con mi capacidad para cribar vino sin caer de culo y mis alegres canciones asturianas. ¡Me echaban de los bares! Llegado a este punto, decidí volver a casa después de comprarme un chuletón de los gordos, medio queso manchego, tres manzanas, dos litros de zumo, 6 de vino, dos de cerveza y ron del bueno. Luego me puse la peli de Superman III, que siempre me hace llorar cuando estoy borracho y llamé a alguien que no me dejó terminar la primera frase porque no entendía nada de lo que decía: "¿Que Frodo es un qué...?¿Pero con quien estoy hablando?" Maldita puta, sabía bien con quien estaba hablando ( o a lo mejor me había equivocado de número). Finalmente vino la noche larga y tonta y sin sueño y me la pasé trasegando vino y esperando a que saliera el sol para ir a pasearme borracho por delante del restaurante de la camarera francesa.
Quería verla y echarle en cara que Frodo era un gilipollas, porque fue precisamente ella la que me recomendó la película.
Y luego otro día y luego otro.
En la imagen, un chistecito en el que sale Frodo