jueves, 27 de noviembre de 2014
miércoles, 26 de noviembre de 2014
Mariano Parrondo y la tristeza.
—¿Y por qué siente usted la obligación de estar triste?
—No todo el rato, pero si llueve y eso y yo ando por ahí
silbando y riéndome de cualquier mierda me da la impresión de que soy un
inadaptado. El otro día me dijo una señora en el ascensor que vaya tiempo
tenemos y yo le dije que la lluvia no le dejaba ver el pantano y me empecé a
reír yo solo de la ocurrencia y me pareció que me miraba raro.
La psicóloga tenía una sonrisa de lo más natural y la
intensidad de su mirada me hacía pensar que realmente le importaba mi problema,
pero se había quedado sin palabras.
—A ver, para que me entienda, la música esa chill out, por
ejemplo, en vez de provocarme tendencias suicidas como es de ley, me hace reír
como un lunático ¿sabe? Siempre que veo un anuncio o que me ponen esas
composiciones en los finales tristes de una peli me imagino a un pato Donald
sumido en una profunda depresión o a una barbie-venascortadas con alopecia
areata y si estoy bebiendo lo escupo todo como un aspersor de la risa que me
da. He probado con canciones tristes de amor, dejando entrar haces de luz tenue por los
agujeritos de las persianas semicerradas y nada de nada. Ni suspirando
profundamente. Vamos, es que es cerrar los ojos para escuchar y sentir
intensamente mi propio suspiro dentro de mí e inmediatamente formarme la imagen
mental de un letrero luminoso que dice “¿Qué suspiras, anormal?”. Y fíjese que
hay canciones tristes como para estrellarse uno la cabeza contra la pared y
tirarse de las orejas, pero nada de nada.
Estuvo un rato mirándome muy seria. Ya no sonreía.
—Mire, aunque creo que me está usted tomando el pelo, el
hecho de que se haya gastado 50 euros en una sesión me hace dudar. La tristeza es
un sentimiento real y no un posicionamiento estético, aunque el mercado cultural
lleve años haciendo uso de ella como un elemento más en un escaparate de
productos de consumo, animándonos a revolcarnos en nuestras miserias y creando una mercadotecnia para
disfrutar de la melancolía en todo su esplendor. Le aconsejo que abra bien las ventanas y procure
disfrutar de la vida y de la salud si la tiene.
—Vaya, señorita, eso que me ha dicho es realmente triste.
Siento un nudo en la garganta. Es usted una gran profesional. Los 50 euros
mejor gastados desde que me compré por fin el microondas, hace dos años.
Gracias. ¿Le pago a la recepcionista?
Hacer el lunático en entrevistas de trabajo es divertido y
más barato, pero confundir a un psicólogo me hace sentir más realizado. La persona
que entra en la consulta nunca es la misma que sale de ella, siempre es alguien
mejor y con la autoestima más alta. Deberían aconsejarlo en los manuales de crecimiento
personal. Eso es, dedicarle un capítulo completo a los efectos terapéuticos de un
asalto en la consulta de un psicólogo con resultado a nuestro favor por k.o. técnico.
martes, 25 de noviembre de 2014
Sin paradas
Sin paradas:
—Perdone, ¿tiene parada en Avilés?
—Es una línea urbana, caballero, solo Gijón.
—¿Eso es un sí o un no?
—Un no. Este va a Somió.
—En Oviedo tampoco tiene parada, supongo.
—…
—¿Eso es un sí o un no?
—…
—O sea, directo, sin paradas.
—…
—Ups, mi parada, hasta luego.
Es ese conductor medio faltoso que un día no me quiso esperar a pesar de gesticulé como un mono para que me viera. Supongo que la próxima vez que le haga las mismas preguntas me mandará a la mierda.
—Perdone, ¿tiene parada en Avilés?
—Es una línea urbana, caballero, solo Gijón.
—¿Eso es un sí o un no?
—Un no. Este va a Somió.
—En Oviedo tampoco tiene parada, supongo.
—…
—¿Eso es un sí o un no?
—…
—O sea, directo, sin paradas.
—…
—Ups, mi parada, hasta luego.
Es ese conductor medio faltoso que un día no me quiso esperar a pesar de gesticulé como un mono para que me viera. Supongo que la próxima vez que le haga las mismas preguntas me mandará a la mierda.
La tienda de Javi Guerrero
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Ya puedes comprar el "DOLCE PENSARE NIENTE" por 6 euros +1€ de envío (si sois de Gijón os devuelvo el euro caso de que os lo de en persona), cómic autobiográfico de 68 páginas en blanco y negro A5Esta es la primera entrega de lo que espero que sea una serie de al menos tres volúmenes.
"La idea de hacer un cómic autobiográfico me rondaba por la cabeza desde que caí en la cuenta de la náusea que me producía no ser conde ni tener criados y saber que jamás iba a alcanzar ese estatus, justo al poco de ponérseme los huevos negros durante la cándida adolescencia"
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11,50 €
Cómic-humor gráfico.
80 páginas en color.
encuadernado en rústica
16x21 cm apaisado.
AGOTADO
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"En los tiempos correctos del diálogo en el talante,
la palabra a punto de boca con su enjundia y opinión formada, su tesis y praxis
y su pedagogía, y ese balar de ovejas bien blancas y maribuenas, Javi Guerrero
dibuja bocadillos sangrantemente secos, exquisitamente soeces y
desagradablemente perfectos."
Isabel Lueje
"Que Dios haya demostrado su ubicuidad
apareciendo de estrella invitada en el BOE en febrero de 2015 me hace sentir
los hombros más cerca de las orejas."
Javi Guerrero
Dos micronovelas en una: “Mira qué tonto”, el libro reverso de “El baile de las moscas Silvia”, es una recopilación aleatoria de trocitos de vida que recuerdo como pequeñas performances surrealistas que enriquecen mi existencia sin haber hecho mella en ella, al igual que la visión de una gaviota despedazando una paloma o de una obra de arte bella y estúpida pueden grabarse con huella indeleble en la memoria sin ir acompañadas de conclusión alguna. Todo ello salpicado de esas encantadoras estupideces inventadas, destinadas a que el lector no acabe ensalivando las páginas mientras reposa su cabeza sobre el libro, sumido en un irremediable sopor.
“El baile de las moscas silvia” podría ser uno de esos relatos de iniciación de un adolescente a la vida adulta, pero el protagonista es demasiado hijo de puta como para hacernos brindar por la cándida adolescencia. 140 páginas Tamaño A5 Encuadernado en rústica .Texto. CON CADA PEDIDO, UN DIBUJÍN ORIGINAL DE REGALO, DURANTE EL MES DE DICIEMBRE.
Prólogo de JaimePoncela. Reseñas aquí y aquí
lunes, 24 de noviembre de 2014
Usaider hijo de puta
Yo
funciono así. Soy un usaider hijoputa. Todos los días bajo a por el periódico y
le digo a la kioskera:
—Dame el periódico, puta fracasada de
mierda.
Es que tiene las cejas así
misericordiosas, hacia arriba, y un hilo de voz que pide perdón por existir y
me dan ganas de arrancarle la cabeza por pusilánime y arrastrada.
—¿El comercio?
—No, cojones, la Nueva, que se acaba de
morir Philip Seymour Hoffman y tengo
ganas de saber si tenía algún pariente en Tineo.
Se pone toda nerviosa, la pobre. Agarra
La Nueva España.
—¡El comercio, cojones, ¿qué me cago en dios
me importa a mí la puta madreña connection?!
Y
siempre le tiro las monedas en céntimos de manera que la mitad se esparzan por
el suelo.
Luego, a lo mejor, cuando voy a la
pescadería del Alimerka:
—A ver, gilipollas, dame la trucha esa
que me mira con cara de haba.
—¿Eh? ¿Qué trucha?
—Cojones, la que me mira con cara de
haba, vaya pescadero de mierda que tiene 6 truchas y no sabe cuál de ellas mira
con cara de haba.
—¿Esta? —señala una al azar.
—Dame cualquiera, cojones, ¿o es que te
parece que las otras tienen una mirada especialmente inteligente?
Se pone nervioso, el pobre.
Y luego en el autobús, si veo a alguien
sentado en el sitio de los minusválidos, por ejemplo, como el otro día, una
chica de gafas de pasta que le sonreía a su smarth phone:
—Me cago en tu puta madre, llevar gafas
y ser idiota no es una minusvalía así que ya estás levantando el culo, zorra de
los cojones.
A mi mami no, a mi mami la trato bien:
—¡Mami! —le digo—. ¡Ya estoy aquí!
¡Déjame unas pastis de esas que te recetó el médico!
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