viernes, 21 de agosto de 2015

MINIPUTA



—Adolfo, Adolfo, Adolfo, Adolfo, mira lo que sé hacer con el coño —le dije.
Me puse en cuclillas delante de la tele para que no pudiera no mirarme y conseguí asir la pelota de tenis con los fuertes y entrenados músculos de mi coño. Pues nada, el levantó la vista del libro (no sé para qué enciende la tele), arqueó una ceja y echó un trago de vino, dedo meñique tieso.

—Muy bien, cielo, deberías impartir clases de crecimiento personal —dijo.

¿Es que siempre voy a tener que cargar en mis espaldas con todo el peso de la relación? ¿No merezco ni un poquito de su atención? Siempre igual, él con sus libros y su altanería y yo desviviéndome por mantener a flote nuestro amor que se hunde. Le puse el ojo del culo a 4 centímetros de su cara e hice el número del ventrílocuo. Sé dilatar el ano y contraerlo a una velocidad vertiginosa y suelo elaborar discursos muy divertidos con voz de niñita pequeña sincronizados con el movimiento del ano, de manera que parezca que la voz salga de ahí dentro.

—Hola, soy la pequeña miniputa y quiero ser tu amiga, tengo la boquita muy limpia porque me he metido un enema de farmacia hace un rato y se ha quedado toda la mierda en la taza del váter —dijo mi ano, con la vocecita de miniputa que me sale de miniputa madre.

—Pregúntale a tu jefa si no tienes que poner una lavadora o algo —dijo el cabrón.

—La jefa está llorando lagrimitas de amor —dijo mi ano con lastimera voz de miniputa.

Ahí sí que le toqué la fibra sensible. Siempre es así, la voz de miniputa saliendo de mi ano se hace escuchar más que yo misma. Me metió el rotulador de subrayar pasajes en la boquita-ojo de culo y lo empezó a mover mientras seguía leyendo.

Si yo lo que necesito es solo un poquito de amor.

—<3 p="" pens="">