—Coño, Mariano, te veo bien. ¿Haces algo de rehabilitación?
Porque que caminas de puta madre.
—Na, me encuentro bien. Solo echo de menos que mi mujer
cabalgue sobre mi lomo azotándome el culito con la fusta. Es una fusta que
compramos al poco de conocernos. Yo relinchaba y trotaba por el pasillo y me
ponía una especie de cola de caballo incrustada en el ojete. Pero se acabaron
los deportes de riesgo para mí. ¿Quieres que relinche?
Hice el relincho. Me sale de puta madre. La hija de mi prima
Longina es menudita y casi tiene 18 años y me la imaginé sobre mi lomo con su
risa cristalina y el coño humedeciéndome la espalda.
Se puso el teléfono en la oreja y se despidió con la mano mientras
se alejaba. Siempre la recordaré así.