Un día entré en el bar de debajo de casa, cuando vivía en el Coto, y la camarera me puso el vino frío. Luego se puso a mirarse y hacerle mohines a su reflejo en el niquelado de la cafetera y no hacía caso cuando le pedía que me pusiese el tinto del tiempo. Luego alguien llamó por teléfono y yo tenía muchas ganas de beberme el vino pero odio el vino frío. Cuando colgó no conseguí llamar su atención antes de que llegara el viajante y después , mientras servía las copas a un matrimonio que acababa de llegar, se enrolló como una persiana porque se ve que tenían familia en común o algo así y tampoco me hacía caso. Así que tiré el vaso al suelo haciendo ver que había sido sin querer. Me miró como a un delincuente y le dije que me pusiera otro, pero esta vez del tiempo. Me ofrecí a pagarle la copa y chasqueó la lengua con fastidio. Por fin caí en la cuenta de que un día había entrado a cagar y como no tenían luz y tenía prisa , la mierda se había escurrido antes de que pudiera levantar la tapa del vater y lo había dejado todo perdido. Aquel día salí de allí furtivo y silencioso y no se me ocurrió pensar que eran las 9 de la mañana y no habría muchos clientes más de los que sospechar.
-¡¡¿ESTÁS CABREADA PORQUE PIENSAS QUE UN DÍA TE CAGUÉ LA TAPA DEL VATER?!!¡¡NO FUI YO!!
Los señores de la mesa y ella se volvieron y me miraron con los ojos muy abiertos. Cogí el periódico y hundí la cabeza en él, colorado como un centollo.
Soy Mariano y nunca le he contado esto a nadie.
-¡¡¿ESTÁS CABREADA PORQUE PIENSAS QUE UN DÍA TE CAGUÉ LA TAPA DEL VATER?!!¡¡NO FUI YO!!
Los señores de la mesa y ella se volvieron y me miraron con los ojos muy abiertos. Cogí el periódico y hundí la cabeza en él, colorado como un centollo.
Soy Mariano y nunca le he contado esto a nadie.