-¡¡MARISA, ESCUCHA, NO TE LO VAS A CREER, HOY LA FISIO ME HA MASAJEADO LOS PTERIGOIDEOS !!
-Menuda puta, voy a tener que intercambiar unas palabritas con ella.
Pero mi Marisa es muy lista y ya se imaginaba que los pterigoideos no están ni remotamente cerca de los huevos, lo que pasa es que de vez en cuando le gusta aparentar celos porque sabe que los celos y la desconfianza son los cimientos sobre los que se asienta el amor puro y absoluto y de vez en cuando le gusta hacerme una pequeña demostración que avive la llama de nuestra pasión.
-¡¡NO ES LO QUE TE IMAGINAS, MARISA, ES ALGO INCREIBLE!!
Marisa estaba planchando las bragas, algo que jamás entenderé. No decía nada. Bah!, le importaba una mierda.
-¡¡PERO MARISA QUERIDA ¿ES QUE NO QUIERES SABER LO QUE ME HIZO LA FISIO EN LOS PTERIGOIDEOS?!!
Marisa dejó de planchar, un poco fastidiada, sacó la botella de tinto y sirvió dos vasos y se sentó en una silla invitándome a que me sentara en la otra. Era la botella de vino bueno, el de sentarse a escuchar.
- Vale, dime, cielito, ¿qué es eso que te hizo la fisio en los pterigoideos?
- Pues verás, lo primero que has de saber es que los pterigoideos son unos músculos que, a pesar de ser músculos y de estar en la mandíbula, contienen en su interior todas las emociones y las tensiones y los sentimientos acumulados.
- Vaya, siempre pensé que eso lo tenías en algún músculo de nombre raro a la altura de los cojones.
Si Marisa supiera lo fea que se pone cuando dice esas mezquindades y lo que me duele en lo más profundo del corazón que las diga, no las diría nunca más. Continué, sin embargo:
- Pues verás lo que hizo. Primero puso un biombo para aislarnos de los demás pacientes del gimnasio y luego se acercó con una mirada verde y enigmática y unos guantes azules de psicópata y me dijo que abriera la boca...y luego...- hice una pausa para tragar saliva- me metió los dedos en ella y comenzó a masajearme los pterigoideos.
Hice una pausa en la narración esperando ver sorpresa o inquisición en la mirada de mi Marisa, pero no parecía afectada.
-...
- ¿Te das cuenta Marisa?¡Los dedos en la boca!¡Y masajearme los pterigoideos! ¡Es espeluznante!. Me asusté de veras. ¿Te imaginas que vayas al dentista y te introduzcan un dedo en el culo? Pues así me sentí yo, al ver invadida la intimidad de mi cavidad bucal de esa forma.
- Vale, recapitulemos. Entiendo que tu fisioterapeuta consideró que introducir los dedos en tu boca para masajearte los pterigoideos podría ser positivo para el tratamiento de tu hemiplejia.
- ¡¡Y UNA PUTA MIERDA , MARISA, ME DOLÍA COMO LOS DEMONIOS!!
Marisa no lo entendía y se lo expliqué. Cuando Fabiola, la fisioterapeuta, comenzó a masajear mis pterigoideos, una ola de dolor inundó mi cabeza y las lágrimas afloraron a mis ojos. Fue entonces cuando me explicó para que servían los pterigoideos. Allí convergen de alguna manera nuestras tensiones y sentimientos acumulados y es bueno relajar esos músculos para liberar esas energías reprimidas. En fin, nunca acaba uno de aprender. ¡EN LOS PTERIGOIDEOS!
-Vaya- dijo Marisa- ¿Y cómo te quedaste?¿Afloraron los sentimientos reprimidos?- (ahora Marisa estaba hablando con su retintín)
- Marisa, ya sabes que lloro incluso viendo "Arma letal", si ocurre algo emotivo, pero es que en ese momento no me salía. Fabiola Se me quedó mirando con aquella mirada verde y la sonrisa de dientes blancos y me dijo:"¿Qué tal?"
-...
-Entonces no quise ser grosero y que sintiera que su trabajo había sido en vano y me inventé una historia triste, le dije que había conseguido que afloraran sentimientos encontrados y turbulentos de lo más profundo de mis pterigoideos, le dije que había recordado aquel día en que mi hermanita me pilló acariciando a su Barbie princesa por debajo de la falda y que ahora comprendía por qué nuestra relación se había enfriado con los años, que había escondido ese recuerdo turbador pero que ella lo había reavivado con su masaje en los pterigoideos.
- ¿Eso le dijiste ?
- Sí, acompañado de unos pucheritos forzados.
-¿Y no te mandó a la mierda?
- No, dio la sesión por terminada de manera un tanto fría y más tarde nos cruzamos en los pasillos y miró al suelo para no saludar, colorada como un centollo.
Por la noche Marisa me despertó y me dijo:
- ¿Cariño, cuántos años tenías cuando le tocaste el coño a la barbie de tu hermana?
- 10, y era una Nancy.
¡¡QUÉ HIJA DE PUTA!!¡¡SIEMPRE ME PILLA!!No tengo, como es lógico, un cómic que esté relacionado con este texto, así que os remito a una historieta de tres páginas estúpidas y sin sentido, como este relato.