miércoles, 24 de julio de 2013

El prólogo de Gallota para "Donde hay globos hay alegría"




El lado oscuro (y húmedo) de grandes estrellas de la Fox
 
“¿Es que los dibujantes esos que tanto te gustan no saben pintar más que porquerías? Franceses tenían que ser...” A mi padre no le faltaba razón: muchos de mis dibujantes favoritos –Moebius, Crumb, Corben, Boucq– eran, ya entonces, bastante cochinos para la media de aquella España, tan ingenua, inexperta, preadolescente y granujienta como yo... O tempora, o mores! Si los comparásemos hoy con Javi Guerrero, ese hombre, la mayoría nos parecerían dibujantes de la factoría Disney.

¿He dicho dibujantes de la Disney? Bueno, aquellos tipos talentosos y estajanovistas no eran todos –ni siempre– tan ñoños como nos hacían creer sus princesas de rizos dorados y blancas voces. Recuerdo haber leído hace años no sé dónde un reportaje que contaba cómo, desde los buenos viejos tiempos del tío Walt, algunos animadores –probablemente asfixiados por la censura, por el coñazo de la proverbial corrección política de la casa o, simplemente, por hacer un poco el gamberro– se dedicaban, por las noches, los fines de semana, cuando los jefes no los veían (o precisamente para ellos, vete a saber), a producir algo parecido a eso que los fotógrafos de la BBC (Bodas, Bautizos y Comuniones) llaman “planos guarros”: en este caso, escenas muy subidas de tono, protagonizadas contra su voluntad por las más grandes estrellas del estudio y destinadas a ser exhibidas clandestinamente, entre vapores de tabaco y alcohol, en sesiones golfas con compañeros o con amigotes de la máxima confianza, pues se jugaban el empleo y la honra.

En una de aquellas desvergonzadas subproducciones, auténticas piezas de museo que ningún museo se atrevería a publicitar en su catálogo, un gimnástico Mickey le daba a una Minnie muy traviesa –o viceversa– más satisfacciones que en ningún otro título de su fecunda filmografía conjunta. En otra, Donald jugaba a los veterinarios con Pluto, mientras Goofy le demostraba a Daisy que, aunque le hubiesen encasillado en papeles de pringao, los tenía literalmente muy bien puestos.

Cuando leí “Mi Marisa es un ángel”, (si no lo habéis leido no sois personas), me acordé de aquello. Y empecé a sospechar.

Ahora lo sé. Tras la barba postiza, el impostado acento playu y el cuento del ictus para disimular su maestría con el lápiz estuvieron siempre esos ojos achinados, que ya no engañan. Javi Guerrero, aka Yodel Song, es en realidad un antiguo animador coreano de los Simpsons, despedido por la Fox tras descubrir bajo su mesa demasiado vino de cartón y seis discos duros con decenas de “planos guarros” de unos Simpsons falsarios y lenguaraces. Sí: Mariano fue una vez Homer. Y Marisa, Marge. Y el Bar de Moe es ese bar en el que parecen vivir Dangerous Man y su pandilla de descerebrados.

Y donde hay globos hay alegría, pero también una cochina obra de arte.
Lo dice Gallota

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