—Lo que no tengo muy claro es cuál fue su ocupación entre 1995 y 2010. ¿Qué es exactamente un rebotijador?
—Bueno, no sabía si incluirlo en el currículo. Es complicado de explicar. ¿Ha oído usted eso?
—¿Eh? ¿El qué?
—Como unos gritos.
—No...Entonces me dice que su trabajo de… —tragó saliva y frunció el
ceño al releer la palabra en el currículo— rebotijador consistía en…
—¿Y ahora?
—¿Qué?
—Son como unos gritos en algún idioma extraño. ¿No los oye?
—No, me parece que no.
Señalé con el dedo índice mi oído, dando a entender que esos gritos se
estaban produciendo en ese mismo momento. Nos quedamos en suspenso unos
segundos. Intentó decir algo pero le paré con la mano, agarrando su
antebrazo.
—Ahora. ¿No los oye?
Buscó alguna cámara oculta a su alrededor.
—Rebotijador. —insistió.
—Preferiría no hablar de ello.
—Me guardo su currículo y en cuanto sepamos algo le llamamos.
Nos dimos la mano y cuando ya estaba a punto de cerrar la puerta detrás de mí me volví y le dije:
—¿Pero ustedes no pedían un rebotijador en su anuncio?
—Un diseñador gráfico.
—¿Y eso qué es?
No esperé la respuesta. Al pasar al lado de la recepcionista le hice un
gesto con el dedo señalándole una mancha imaginaria en la comisura de
los labios. Solo quería verla tocarse la boquita con el dedo. Qué bien
lo hacía.
—En el otro lado…Ya está. Hasta luego.
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