domingo, 15 de diciembre de 2013

Revolución Extreme Bizarre en España



Estamos casi en Navidad y es el momento de escribir un ensayo populista de corazón desgarrado ante la pobreza y el paro y la sinvergonzonería de los políticos, una de esas reflexiones indignadas que, dichas por un tertuliano fogoso, arrancan aplausos unánimes del público. Déjenme que abra una de vino y empiezo.

Vaya. Tres vinos y se me va la cabeza a aquel episodio absurdo de la adolescencia, cuando se me ocurrió que aquella casa enorme de Somió me la iba a comprar yo algún día y a la chavalina aquella que paseaba por su jardín con aire melancólico mordisqueando las patillas de sus gafas la iba a poner de patitas en la calle pero primero le iba a romper el culo. A ella y a toda su puta raza. La venganza de clase obrera se mezclaba con mis hormonas adolescentes de manera inconsciente. ¿Quién no disfrutaría, a esa edad, presumiendo de haber sodomizado al Papa o a la ex-reina Sofía, por ejemplo? O a las ex-infantitas  y a mismísimo ex-rey. Llenarle las barbas de lefas a Rajoy. Sí. Si tuviera 20 años menos creo que podría correrme en la cara de Montoro pensando mientras tanto en la Cospedal. Pero ahora ya no tengo la animalidad necesaria para organizar una venganza revolucionaria en la que las vejaciones sexuales fueran las protagonistas indiscutibles y los poderosos fueran humillados públicamente en montones de videos virales que recorrerían el mundo entero. Revolución Extreme Bizarre en España, dirían los titulares de la prensa internacional: R.E.B.E., se llamaría la cosa.

Pero divago. Me parece que mañana voy a intentarlo otra vez, esta vez con un buen cava. Y antes me voy a tomar mi lorazepam.

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