Cuando Marisa se fue de fin de semana a ver a su madre aproveché para salir a ser joven de nuevo en el ambiente nocturno de la ciudad. Me puse mi camisa blanca de cuello duro dejándola por fuera del pantalón y mis náuticos con mis calcetines amarillos. El pantalón apretado con rotos en las rodillas fue un regalo-broma de mi sobrino y era la primera vez que me lo ponía. Estaba rompedor. Me afeité la tira de pelo que se anillaba debajo de la calva y encima de mis orejas y me sumergí en la jungla nocturna sin miedo a nada. Se me había puesto la mirada depredadora y sentía que las mujeres me examinaban y deseaban que el monstruo que se retorcía en mis bóxer destrozara sus entrañas. En el "Ponte Así" el ambiente había cambiado un poco y ahora solo se veían crías disfrazadas de putas, manteniendo el equilibrio a duras penas sobre aquellos zapatos de tacón rojos, azules o amarillos. Hay que ser puta, imbécil o adolescente para calzarse esos zapatos, siempre lo digo. En la puerta había sentada una jovencita vomitando mientras dormía; tenía la barbilla pegada al pecho y la raba se deslizaba de su boca al canalillo dejando todo su escote embadurnado de una pasta rojiza con tropiezos que emitían una especie de vaporcillo. Pensé que era una pena que una chica tan joven y lozana se degradara de esa manera. ¡Tenía gafas, joder!. Cuando yo era joven las chicas con gafas no vomitaban en los portales. De todas formas, su falda era muy corta para una chica que usa gafas y exponía su coño bajo unas bragas casi trasparentes. Hizo un amago de recuperar la consciencia y levantó la cabeza con los ojos en blanco. Joder, si era Isabelita, la hija de mi zapatero, que había sido una niña muy limpia y divertida años atrás( ¡con lo que ese hombre había trabajado para criarla!). Me sabía mal padecer una erección mirándole las bragas a la hija del zapatero que había sido niña(¡con lo que ese hombre había trabajado para criarla!), y me alejé de allí después de desechar la idea de intentar limpiarle el vómito del pecho con un clinex y llevármela en brazos. No están los tiempos para auxiliar a menores que vomitan inconscientes en las calles y enseñan las bragas, sobre todo si ya pasas de la cincuentena.
Se me quedó el cuerpo congestionado y la polla erecta, sensaciones estas que casi nunca coinciden en el tiempo y el espacio y si lo hacen te hacen sentir irreal y desasosegado. En el autobús nocturno había una jovencita de mirada iluminada que le daba el pecho a su hija. Iba casi vacío pero no pude evitar sentarme al lado. Tenía una cara preciosa y una teta inmaculada que parecía no haber visto nunca el sol, al igual que el resto de piel que se podía atisbar. Era un espectáculo tan limpio e inocente que pude notar cómo algunas gotas de esperma aguado salían de mi polla, que quería reventar dentro del pantalón. La chica me hizo una mueca y me dijo que si no tenía otra cosa que hacer que estar mirando ahí con esa cara, tratándome de usted para humillarme solo porque yo la duplicaba en edad; y yo le dije que verla amamantar a su hijo me había hecho retroceder a la infancia y añorar el seno materno, que se representaba en mi imaginación tan vívidamente como si fuera ayer y no hace 49 años cuando lo tuve en mi boca. Estaba un poco desconcertada pero emitió media sonrisa y siguió a lo suyo. Sonó mi móvil. Marisa. Estuvimos hablando un rato de trivialidades y al final ella dijo:
- Ay Papito, te vas a enfadar, me he cortado el pelo cortito cortito.
- ¡¡PERO QUÉ HIJA DE LA GRAN PUTA ERES, CUANDO VUELVAS TE VOY A ROMPER TODOS LOS DIENTES!!
Marisa se reía.
- Luego te llamo, que ahora voy en el autobús- le dije.
Se moría de risa. Colgamos.
La chica de la teta y el bebé me miraba con los ojos como platos.
- Vaya manera de hablarle a su mujer.
- Tutéame cariño, además era mi madre.
Se bajó en esa parada, pero creo que no era la suya.
Me gustaría poder contaros que esa noche follé con una joven desconocida, pero la verdad es que me metí en una de esas cabinas para ver a unas putas rascándose el coño y, después de gastarme 10 euros, todavía no había conseguido correrme. Finalmente volví a casa y me hice una paja oliendo las bragas usadas de mi Marisa. Es un ángel, aunque el coño le huele a demonios y deja el rastro en la ropa semanas después. Me encanta meterme en la nariz esa tela acartonada de colores turbios .
Este lunes me voy a reír de lo lindo explicándole al zapatero, delante de todos, en el bar, las circunstancias en las que encontré a su hija. Menuda puta. ¡Y con gafas!
El chiste es de 2 páginas y en realidad no tiene mucho que ver.
Se me quedó el cuerpo congestionado y la polla erecta, sensaciones estas que casi nunca coinciden en el tiempo y el espacio y si lo hacen te hacen sentir irreal y desasosegado. En el autobús nocturno había una jovencita de mirada iluminada que le daba el pecho a su hija. Iba casi vacío pero no pude evitar sentarme al lado. Tenía una cara preciosa y una teta inmaculada que parecía no haber visto nunca el sol, al igual que el resto de piel que se podía atisbar. Era un espectáculo tan limpio e inocente que pude notar cómo algunas gotas de esperma aguado salían de mi polla, que quería reventar dentro del pantalón. La chica me hizo una mueca y me dijo que si no tenía otra cosa que hacer que estar mirando ahí con esa cara, tratándome de usted para humillarme solo porque yo la duplicaba en edad; y yo le dije que verla amamantar a su hijo me había hecho retroceder a la infancia y añorar el seno materno, que se representaba en mi imaginación tan vívidamente como si fuera ayer y no hace 49 años cuando lo tuve en mi boca. Estaba un poco desconcertada pero emitió media sonrisa y siguió a lo suyo. Sonó mi móvil. Marisa. Estuvimos hablando un rato de trivialidades y al final ella dijo:
- Ay Papito, te vas a enfadar, me he cortado el pelo cortito cortito.
- ¡¡PERO QUÉ HIJA DE LA GRAN PUTA ERES, CUANDO VUELVAS TE VOY A ROMPER TODOS LOS DIENTES!!
Marisa se reía.
- Luego te llamo, que ahora voy en el autobús- le dije.
Se moría de risa. Colgamos.
La chica de la teta y el bebé me miraba con los ojos como platos.
- Vaya manera de hablarle a su mujer.
- Tutéame cariño, además era mi madre.
Se bajó en esa parada, pero creo que no era la suya.
Me gustaría poder contaros que esa noche follé con una joven desconocida, pero la verdad es que me metí en una de esas cabinas para ver a unas putas rascándose el coño y, después de gastarme 10 euros, todavía no había conseguido correrme. Finalmente volví a casa y me hice una paja oliendo las bragas usadas de mi Marisa. Es un ángel, aunque el coño le huele a demonios y deja el rastro en la ropa semanas después. Me encanta meterme en la nariz esa tela acartonada de colores turbios .
Este lunes me voy a reír de lo lindo explicándole al zapatero, delante de todos, en el bar, las circunstancias en las que encontré a su hija. Menuda puta. ¡Y con gafas!
El chiste es de 2 páginas y en realidad no tiene mucho que ver.
4 comentarios:
Después de ir "como un pincel" al uso, creo que el error fueron los calcetines amarillos. Seguro que sin ellos el "triunfo" estaba asegurado. El amigo aquel de Barcelona la nuit, tenía instituído que los viernes por la noche eran para él con los amigos. Me confesó que muchas noches las pasaba dando tumbos, hasta que se hiciera tarde para volver a casa y con frecuencia se aburría. -¿Y por qué no lo dejas? le pregunté. -Porque si dejo de hacerlo una vez, "Marisa" no me permitirá hacerlo más. No tardó mucho en "recogerse".
Javi, este relato es uno de los que más me ha gustado, de cuantos he leído. En mi opinión tiene soltura, frescura, ritmo narrativo, gran poder descriptivo y una temática... bastante habitual. En fín, que te vas superando cada día.
Se me ha olvidado despedirme. Cuando tengas el Nº 1 en papel me dices el precio. Thorton ya está "ansioso". Un abrazo.
La diversión no se puede programar y para programar el cortejo hay que hilar muy fino,algo que a tu tocayo de ficción (sí, el narrador también se llama Mariano) no se le da nada bien.
El número 1 ya está en producción, supongo que el día 20 o por ahí ya lo tendré en mis manos.
Un abrazo.
Publicar un comentario