domingo, 9 de mayo de 2010

QUIERO SER EL GATO DE VERONICA BLUME

"Perdona cielo, pero eso que tienes en la boca es mi cepillo de dientes", le dije a Martita. Llevaba 10 meses compartiendo piso con Martita y su novio y me jodía que usara mi cepillo de dientes después de chupársela a un francés. Y me importaba una mierda que fuera negro pero es que ese negro había pegado con superglue globos de colores en el techo de la habitación y del pasillo. Ahora se estaban empezando a arrugar y me daban mucho asco, colgando del techo como tripas de cerdos de colores. Reconozco que les alquilé la habitación sin conocerle a él; Martita era una morena joven y guapa y no esperaba que su novio fuera negro ni francés. Jean Claude, se llamaba (¡Por el amor de dios!) así que cuando llegaron para instalarse comprendí que nunca había tratado con un negro y que tenía un pequeño poso racista instalado en el hipocampo. Una alarma latente que me decía que los negros eran los porteadores de las películas de Tarzán y ahora los porteadores de las películas piratas, pero no estaban en mi lista de posibles compañeros de piso. El caso es que ya estaban allí para instalarse y no podía rectificar mi decisión. Era un negro alto y muy oscuro además de jugador de futbol del equipo de Andorra. Era un negro europeo, más mundano que yo y con la polla más grande además de tener acceso a mujeres que preferirían estar muertas a estar dos minutos en mi cama (o tres, creo que hay gente que tarda tres y hasta cinco) . Cuando Martita se iba de fin de semana a casa de sus padres, el muy cabrón aprovechaba para traerse francesas rubias y morenas y pelirrojas, que a veces entraban en bragas en la cocina y me decían eso que dicen los franceses para saludar, mientras se preparaban el té. Yo estaba allí con el vino y el atún, mientras ellas mostraban claramente que, después de encajar la polla de su deportista negro francés, no consideraban que yo pudiera ser peligroso, allí sentado, encogido y tenso, mirándolas mezquinamente desde mi vaso de vino.
Podía entender que las francesas pasaran de mí como de la mierda después de una sesión con el dios de ébano, porque además procedían de un país que nos llevaba delantera en muchos aspectos, o eso creía yo, o eso creían ellas. Una de aquellas visitas ocasionales me miró con cierto interés cuando me descubrió leyendo "la Peste" de Camus en la cocina. Por su expresión perfectamente podría decirse que en la cocina había encontrado un chimpancé escribiendo a máquina, o actualizando su página web (actualicemos los tópicos de los chimpancés).
Así que Martita estaba usando mi cepillo de dientes después de hacerle porquerías a su novio, lamerle el culo o algo peor. Me pidió disculpas pero yo me quedé mirándola estupefacto. No me lo podía creer. "¿Y quién me dice a mí que tus dientes no tienen restos de semen de tu novio, o de mierda quizás?". Estaba bastante borracho y con la lengua suelta y mezquina. Y resentido con las mujeres y con el mundo. Me llamó de todo pese a que durante esos diez meses no habíamos mantenido una conversación de más de 2 minutos y ella no sabía nada de mis inquietudes y mis anhelos secretos en la vida. Me enfadé y le dije que no me podía hablar así, que ella no sabía que de niño quería ser payaso, luego abogado defensor, luego artista bohemio de buhardilla y guantes agujereados, luego hombre espíritu en los bosques de mi pueblo, luego esperar borracho hasta la próxima reencarnación , como gato de una top model : una que no tuviera los ojos demasiado separados de la nariz, a ser posible, que no se depilara el coño y que no utilizara perfumes demasiado dulzones ni me cogiera en brazos cuando acabara de venir de hacer deporte, sin ducharse antes; que no me cogiera en brazos al salir mojada de la bañera; que no me acariciara a contrapelo y que no tuviera reparo en juguetear con mis pequeños huevos de gato de vez en cuando, pero que no tuviera las uñas muy largas; que a veces se untara con atún el coño para que yo me lo comiera o que se metiera una salchicha en el culo y dejara que yo me la comiera también, con mis pequeños dientecitos de gato. Y todas esas cosas que les gustan a los gatos. Como ví que me miraba como a un loco peligroso quise decir algo cuerdo y práctico y le expliqué que su negrito futbolista aprovechaba cualquier oportunidad para traerse superhembras francesas a casa y que mejor hacía metiéndose mi polla en la boca en vez de mi cepillo, que ya venía con crema de dientes incorporada.
Después me fui a la cama , abrí otra botella y saqué la revista de putas de debajo del cochón. Uf, esas chicas de la revista, las tenía tan vistas que parecía que me estaba follando a mi hermana pequeña.
Alguien lloraba por ahí.
Después de aquello Martita se fue y me dejó a su novio en herencia. El hombre se mostraba taciturno y me dio pena. Nunca había hablado con él y quise tener un detalle (mi conciencia, esa puta inútil) Le ofrecí lentejas y quise hablarle en francés del mío de la escuela. "No te molestes, soy de Cuenca" me dijo. Es una historia muy larga y vamos a obviar las explicaciones. Cayeron un par de botellas de vino tinto y un día trajo a dos de sus putas francesas para que nos lo pasáramos bien, dentro de lo posible. El triunfó y yo no.
-Oye, y si no eres francés,¿ a qué viene ese nombre?.
-Por Van Damme.
-¿Y las francesas?
-Porque se me dan bien
-¿Y los globos de colores en el techo?
-Por gilipollas.
-Jajaja.
Qué hijo de puta, ni era francés, ni era negro ; era de Cuenca. Un gran chaval. El chiste..no sé, ahí está. Es divertido, coño.

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