Sr juez
Soy profesor de literatura y me encanta enseñar y mi bella
esposa es ilustradora, no le falta trabajo y goza de reconocimiento internacional.
Tengo dos hijas encantadoras que ríen todo el rato y un perro mimoso que lame
al gato que a su vez lame al perro. Me
gusta pasear, ir al cine, leer todo lo que cae en mis manos y amar a mi
familia. ¡Soy feliz! Sin embargo, esta mañana no pude soportar las amargas
lágrimas de la más pequeña de mis hijas al responder yo afirmativamente a su
pregunta de si ella se tendría que morir algún día. Se lo expliqué de mil
maneras, la consolé, le dije que es un paso más hacia otro plano existencial y
que yo lo espero con curiosidad y casi con deseo. No podía, la niña no podía
dejar de llorar. Así que decidí descolgar la escopeta de caza y, después de
escribir esta carta y siempre sin dejar de sonreír, me borré la sonrisa de un
disparo delante de ella. Solo espero que mi niñita no le tema nunca más a la
muerte y que algún día nos encontremos allá donde quiera que me haya ido. Dele
usted un beso a las tres de mi parte y dígales a las niñas que papá las está observando
todas las noches desde la cabecera de la cama con su cabeza sin boca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario