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Cuando mi amigo Pablo ganó un concurso de relatos se le fue la olla. Repentinamente añadió sinónimos rebuscados a su conversación y sus gestos se amaneraron; se compró una gafas de pasta que no pegaban con las venillas rojas que decoraban sus mejillas; aprendió a mirar intensamente y comenzó a opinar en alto sobre todas las cosas, más allá del bien y del mal, y a comportarse, en general, como si tuviera un tenedor metido en el culo. Pero a mí no me engañas amigo, he visto tu colección de Harry Dickson y te vamos a meter un diccionario espasa por el culo.
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