martes, 14 de diciembre de 2010

AGUACATE MANOSEADO, CUADROS DE PAYASOS Y VINO PERRONERO

- No traigas vino que ya he comprado yo uno bueno-, me dijo Marisa la primera vez que me invitó a casa. No quiso que comprara nada. Me lo prohibió explícitamente por lo que supuse que en aquella primera cena iba a haber un gran despliegue de medios y me puse la americana azul que llevé a la boda de mi hermano, 15 o 20 años atrás. Me puse los zapatos blancos que usó mi hermano en su servicio militar en la Armada y un pantalón marrón que nunca había estrenado porque lo reservaba para una ocasión especial. Bueno, en realidad era más mostaza que marrón; no soy muy bueno para los colores. Quise darle a mi calva un aire gracioso y empujé los pelos fronterizos hacia el interior de manera que la cubrieran levemente de manera casual(¿me explico o necesitáis un dibujo?). También me puse mi camiseta gamberra, con una imagen inusual del ratón Mickey luciendo un sombrero de gangster y un puro en la boca. Y los calzoncillos nuevos, pese a que no esperaba tener que enseñarlos en la primera cita. Son unos boxer negros con dos rayas blancas que nunca me he puesto porque me siento más cómodo con los míos de siempre, unos slips negros que son como una segunda piel para mí.
No sé si os pasa a vosotros, pero a mí me parece que las casas de la gente huelen a hostias la primera vez que entras. Si la casa es vieja parece que los olores de todas las personas que vivieron allí se han quedado flotando en el aire. En casa de Marisa había un agradable olor a lejía y amoniaco que me hizo pensar en un repaso reciente a causa de mi inminente visita. Luego vino un olorcillo a fritanga que me hizo temer lo peor. Efectivamente, unos chipirones flotaban en un aceite negruzco que bullía ruidosamente. En un plato había pequeños rollitos de jamón y queso de lonchas pinchados con un palo. ¿Hay algo más grotesco que manosear los embutidos y enrollarlos sobre sí mismos?. La ensalada era pretenciosa. Marisa había querido hacerse la fina colocando rodajas decorativas de tomate en los puntos cardinales del plato y una rosa hecha con la monda de un limón en el centro. También le había puesto rodajas de aguacate pero se veía que no sabía pelarlos porque estaban todas llenas de huellas dactilares. El aguacate hay que abrirlo por la mitad con el cuchillo, extraer el hueso y luego pelar cada mitad tirando de la piel-cáscara como si fuera un huevo y casi sin tocar la carne, de manera que esta no quede marcada por los dedos. Luego conviene cortar las rodajas evitando también el contacto con la fruta. Pero el aguacate de esta ensalada parecía haber sido usado para mostrar a un aula de parvularios la textura y maleabilidad del mismo. Mientras Marisa abría una lata de aceitunas tuve oportunidad de observarla detenidamente. Yo vestía mis mejores galas y ella sin embargo me había recibido con un pijama lleno de pelotillas y unas chanclas de baño que dejaban a la vista unas uñas con formas irregulares que me turbaban. Sí, por supuesto que yo ya sabía que Marisa tenía pies, dedos y uñas, pero tanta intimidad en la primera cita privada me saturaba. No os quiero aburrir con la descripción de la casa, decorada con cuadros de payasos y jarrones con flores y figurillas de bazar barato. Estuve a punto de salir corriendo. Luego nos sentamos a cenar y ella sacó el vino. Era un Valdepeñas del año: Señorío de los LLanos. Una puta mierda, lo supe antes de acercar la nariz al vaso; de hecho, ni siquiera quise acercar la nariz al vaso.
Durante la cena estuve muy tenso, mis ojos se iban a sus pies, a su boca que masticaba aguacate manoseado, al cuadro de payasos encima de la nevera (¡¡payasos encima de la nevera!!). Había destrozado el corcho al abrir el vino.
Al terminar nos sentamos en el sofá delante de la tele. ¿Sabéis lo que hizo? Se estiró y puso sus pies llenos de dedos sobre mis rodillas. La miré de reojo, intentando adivinar por la expresión de su cara si se trataba de una broma de mal gusto, si todo era una broma de mal gusto. No me miró y mientras abría una tableta de chocolate dijo despreocupadamente:
- Me acabas de mirar como si fuera una palurda que no se cuida los pies y compra vino barato.
Me puse colorado, a pesar de mi avanzada edad y se hizo un silencio muy raro. Luego ella me metió un pie por dentro de mis pantalones, para mi asombro, y exclamó:
-¡¡Vaya, ropa interior nueva, qué detalle!!
Se reía.
La historieta es de 7 páginas y práctiamente no tiene nada que ver con esta historia. En fin.

5 comentarios:

Mariano dijo...

Siempre que Mariano va de "listo" con Marisa, termina un poco "abochornado" y es que lee sus pensamientos como en un libro abierto.
Javi, tus descripciones son geniales.

Me han encargado el libro que comentaste de Paul Auster. Ya veré en cuántas historias me veo reflejado.

A tus preguntas sobre el joven del auto-stop, te diré que creo que le pegaba a la heroína, aunque a pesar de estar delgado y de las "circunstancias", no tenía un aspecto desagradable. No me pareció que tuviera serios problemas dentales. Era educado en sus manifestaciones y en su actitud. Me sorprendió mucho el profundo respeto y afecto con que se dirigía telefónocamente a su padre.
...........
- Papá, no puedo, no puedo volver, si lo hago me vuelvo loco.
...........
- Pues ven a buscarme y te esperaré en la estación el tiempo que haga falta, aunque tardes dos días.
...........
-Papá, por favor, yo te esperaré, no te preocupes.
...........
- Dice mi padre que si puede ponerse al teléfono.
El resto ya lo sabes.

Tengo tres "aventuras" más relacionadas con el auto-stop que se podrían incluir el el libro que citas.

Te resumiré otra.

En el 83 a las 12 de la noche, traje desde Valencia a un "tío" de unos veintitantos años, 1,90 y unos 100 kg. de peso mas o menos. Me contó su vida y que se dirigía a Tenerife a buscar trabajo. Llegamos a Murcia a las 2 y algo de la mañana y me supo mal dejarlo tirado a esa hora. Lo invité a quedarse en mi casa y aceptó. Vivíamos en un apartamento con un dormitorio y dos camas. En ese momento estaba solo, pues mi mujer estaba enfadada conmigo y se había ido a su pueblo (Jumilla). Acosté al tío en la cama de al lado y luego no me podía dormir pensando: ¡Hostia!, si nó sé quien es. ¿Y si me duermo y me golpea o asesina para robarme? Al final el cansancio pudo más que mis temores y me quedé dormido.
Por la mañana me fuí a trabajar y le dije que me llamara a las once que posiblemente le buscaría trabajo en una obra que estaba haciendo. Así lo hice, pero nunca llamó. Ahora pienso que el acojonado debió ser él y puso pies en polvorosa, pensando que yo estaba loco de remate.
Tengo algo mas de cordura, pero en el fondo sigo siendo el mismo.
Un saludo Javi.
P.D. Prometo no contarte más "historias".

javiguerrero dijo...

Pues es verdad, el tipo pudo pensar que estabas como una chocolatera. A lo mejor pensó esa noche que eras un tipo peligroso que coleccionabas cadáveres de tipos altos de 100 kilos. Aunque también es posible que anduviera buscando trabajo en hostelería, si se dirigía a Tenerife.

javiguerrero dijo...

Esas historias son jugosas.

Fernando dijo...

Bueno, perdona javi, pero esto va para mariano.
He visto que es aparejador como me gustaría ser cuando acabe la carrera, y uno de mis temores era que este trabajo matase la mirada creativa de uno. Pues bien, viendo cómo escribe y lo que escribe Mariano, me quedo más tranquilo.
Y ahora sí, Javi, he estado bicheando los cómics, y algunos son cojonudos, y aunque algunos me recordaban a álvarez rabo, se destila tu toque personal. Enhorabuena.
Pero lo de escribir es que lo haces cojonudamente bien. Mu buenos.
Y ya está, ya no hago más la rueda, que no quiero parecer un lameculos.
Saludos!

javiguerrero dijo...

Pues tengo influencias como todo el mundo, Fernando. Desde Calpurnio hasta Gary Larson pasando por Tamayo. Desde Faemino y Cansado hasta Robert Crumb pasando por el Cahpulín colorao y, como no, por Álvarez Rabo. Desde Todd Solondz
hasta Tarantino pasando por Cheers y South Park batidos en una cocktelera. Así que has advertido bien a Álvarez Rabo, que también estárá ahí. Gracias y espero que sigas pasándote por aquí.
Saluditos