Los padres de Marisa son muy simpáticos dentro de sus posibilidades que son bastantes escasas así que me he tenido que esforzar a lo largo de los años por ganarme su respeto pese a su heroica resistencia. Se enteraron de mi existencia de una manera casual e imprecisa que no daba muchos datos sobre mis cualidades y defectos ni sobre mis ingresos económicos, apariencia física y catadura moral. La primera noche que monté a mi Marisa ella pareció más compadecida que satisfecha y esa vez optó por no reírse. A mí me gusta poner cara de subnormal mientras me acerco desnudo a la cama. Dejo la lengua un poco afuera y la mirada estúpida, con esa falta de fijeza que caracteriza a las personas con minusvalías mentales serias. He de reconocer que ese sistema nunca ha dado resultado con las mujeres con las que he tenido el primer encuentro. Suelen escapar dando ágiles saltos de gacela desde la cama y cayendo grácilmente sobre sus zapatillas, luego a lo mejor se encierran un rato en el baño o dicen sufrir un repentino dolor de cabeza o sacan una botella de vino y se beben la mitad de dos tragos o me dicen que tienen que hacer algo en el ordenador y que las espere en la cama que enseguida vuelven. Pero nunca vuelven, esperan a que me quede dormido y se quedan en el sofá toda la noche o se van por ahí para olvidar que estoy en su casa, sentadas en la barra de algún bar. Lo que hizo excepcional mi primera noche con Marisa fue que ella no solo no huyera sino que además dejara que hiciera mi número del subnormal babeando sobre sus tetas y emitiendo sonidos guturales infrahumanos. Mi Marisa es un ángel. Ya me lo había demostrado antes y esa noche lo corroboró una vez más. Pero vamos al meollo. Ella se fue a su trabajo de educadora de niños con problemas y me dejó allí durmiendo. Cuando me levanté decidí hacerle una pequeña bromita y llené 24 condones de sanex y los esparcí por la habitación. Luego me pareció bien comprar otras 3 cajas de condones y desperdigar 72 condones más por el pasillo con sus pegotes de sanex dentro. Quería que ella supiera que soy un tipo muy divertido y que conmigo jamás se iba a aburrir. Luego me fui a mi casa y estuve fumando y bebiendo vino de cartón toda la mañana y parte de la tarde, riéndome como un imbécil al imaginar la cara de mi Marisa cuando entrara en su casa por la noche. Me di cuenta a eso de las 8 de la tarde de que había un mensajito de Marisa en el móvil:
"Sal de casa antes de las 2 de la tarde que va a ir mi padre con el fontanero y todavía no les he hablado de ti. déjalo todo recogido y quita tus calzoncillos del bidé. Un beso"
En la imagen, una historia de sexo subnormal de 7 páginas
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