miércoles, 27 de agosto de 2014

El prólogo de Jaime Poncela a MIRA QUÉ TONTO





“El baile de las moscas silvia” y su reverso, “Mira qué tonto” ya tienen prólogos, ambos de Jaime Poncela, un tipo al que admiro tanto en su faceta de articulista esclarecedor como en la de persona accesible y honrada. Anduve unas semanas pensando si escribir yo mismo el prólogo, si no escribirlo, si pedírselo a Belén Esteban o a Ana Rosa Quintana o incluso al mismísimo Carlos Rubiera, pero ocurrió que Jaime le puso un “me gusta” a un par de textos de esos que cuelgo directamente en facebook y me fui a él. Cómo me alegro de haberlo hecho. Aquí tenéis el prólogo de “Mira qué tonto”. El de “El baile de las moscas Silvia” lo leeréis los felices compradores dentro de muy poco tiempo, porque esto ya está en el horno: 

Cuando Salinger y Bukowski se enamoraron en el Parnaso, un sórdido puticlub de carretera que hay entrando en Jaca donde ambos paraban a emborracharse con vino blanco y Pilé 43 y ponerse palotes leyendo el Ulises, juraron sobre el María Moliner follar por lo literario y tener un hijo bastardo. El resultado de aquel apretón venéreo hecho de subordinadas, yuxtapuestas y conjunciones copulativas, fue Javi Guerrero. Tullido, renegrido y malencarado, ya desde niño el infame Javi se distinguió por sus frases punzantes como almorranas, una obsesiva propensión por el dibujo pornográfico, el sexo fácil y gratuito o solitario, su afición al roce fortuito con las nalgas de unas profesoras fellinianas, además de hacer de la provocación cruda un arte parecido al de Cúchares con todas y cada una de sus fases y cambios de tercio: faena de aliño recibiendo a porta gayola, suerte de varas con puya, banderillas de castigo y estocada final en las modalidades de volapié o recibiendo, como se dice que hacía Carancha.

Siendo ya Guerrero un apestado social en justo pago a su insolencia deslenguada, pasó los años siguientes mirando la pizarra y mostrando por doquier su pizarrín, rodeado de niñas turbadoramente bizcas con unos senos más turgentes que comunales, compañeros legañosos y chivatos, y pedagogos mediocres que fueron incapaces de sacar partido al inmenso talento de aquel hijo de perra cum laude que, fracasando una vez más en su intento de ser un tipo normal, partió hacia Andorra para ser piloto de bufé, propiciando así la fuga de su talento en el mismo coche de línea en el que los Pujol Ferrusola se empleaban a fondo en la fuga de capitales. Tras miles de horas de vuelo al mando de calderos de sopa y fuentes de ensaladilla, Guerrero, conocido allí como “el tarado”, rompió a escribir con una pluma mojada en todos los fluidos corporales propios o ajenos mientras fumaba los vientos y bebía las tempestades que hay que atravesar hasta llegar al ojo del huracán de uno mismo. Como buen personaje de Le Carré, el hijo bastardo de Salinger y Bukowski ha sido, además de dibujante, escritor, borracho, provocador, hipocondríaco, ayudante de cocina y piloto de perolas, peluquero con pulsiones artísticas homosexuales y una de las pocas personas (sic) capaces de apreciar la infinita ternura que hay en la sonrisa de Charles Manson y la depravación infinita que se esconde en todos los libros escritos por Enid Blyton.

Feliz en su derrota, rozagante en el suicidio social que impone su inteligencia oscura y penetrante, el joven Guerrero ha vuelto de la guerra hecho un paisano que ya ha pasado por el Apocalipsis con bastón y se ha hecho experto en cultivar el ictus con el mimo que se cuida una planta de interior. Sus padres literarios se sienten orgullosos del bastardo que trajeron a este campo en el que él sigue sembrando las negras flores de la tinta.

Todas esas cosas y algunas más están escritas en este libro que es una joya que es un diamante de sangre, vómito, lágrimas y vida en bruto. El prologuista avisa: que tontoentero el que no lo lea.





Jaime Poncela

Gijón 26 de agosto de 2014



lunes, 25 de agosto de 2014

La decapitación de James Foley con una Aitor.





La decapitación de James Foley

¿Sabéis una cosa? Acabo de ponerme a buscar el video de la decapitación de James Foley. No iba a disfrutar con ello. Sentiría una mezcla de miedo, vértigo y nausea en el cuerpo y algo de adrenalina correría también porque, para qué nos vamos a engañar, a ese señor no lo conozco y he visto desde niño violencia gratuita en la televisión, niños africanos hambrientos con los ojos llenos de moscas mientras engullía mi postre y pensaba en que quería levantarme de la mesa para jugar con el Madelman a que le llenaba la cara de hostias al Geyperman; he visto al pato Lucas con el pico dándole vueltas en la cabeza después de un disparo en el careto; “Holocausto caníbal” con 15 años —y más interés por los cuerpos desnudos, tetas y coños que por los empalamientos y cuerpos asados, algo raro teniendo en cuenta que nos hacían creer que eran imágenes documentales—; imágenes de la tragedia de los Alfaques en la peluquería, en la revista Interviú, con 11 años de edad, intentando encontrar una teta entre los cuerpos calcinados.

Lo he buscado y lo he buscado pero anda perdido y son muchos los  que hay subidos con el reclamo “La decapitación de James Foley”. Pero luego nada. Pensé que alguien podría grabarse el culo y subirlo con ese título: “La decapitación de James Foley” para que su culo tuviera unos minutos de gloria.

Ver ese video me iba a dejar mal cuerpo, creo que ya lo dije antes, pero quería verlo. No me atrevo a subir en esas atracciones demoníacas que desafían las leyes de la gravedad pero quería ver el video en el que un hombre era decapitado por otro con un cuchillo “Jungle King II” de la marca vasca Aitor. Me pregunto si soy un cerdo insensible o un cobarde pero también me pregunto por qué algún periodista se ha molestado en encontrar las raíces vascas del arma homicida.

Igual queremos ver ese video porque no puede ser que haya ocurrido y necesitamos corroborarlo o puede que sencillamente nos guste ver sangre y crimen y por eso la industria cinematográfica abunda en salpicados con sesos que a veces llegan a golpear la lente de la cámara haciendo la secuencia más creíble y más increíble a la vez.  ¿O no os habéis acercado tras un accidente con atropello a ver si hay casquería esparcida por el asfalto?

No quería volver a mentar el asunto de los toros, pero el momento más emocionante e inolvidable de una corrida no es la muerte del toro tras bella estocada y gran faena, sino el empitonamiento aparatoso del torero con orificio de entrada en mejilla y salida por cuenca del ojo con globo ocular rodando en arena, por ejemplo. A puerta gayola.

Dicho esto, no le deseo la muerte a nadie, ni siquiera a los que la merecen, la buscan o la encuentran.

domingo, 17 de agosto de 2014

Otra entrevista de trabajo



—Buenos días
—Buenos días, siéntese por favor. ¿Qué tal?
—Bien, porque pensaba que la sangre que cagaba era un cáncer de colon y es de las almorranas. Fui al médico hoy y me dijo que tenía unas almorranas como serpientes. Llevaba toda la semana haciendo los preparativos para dejarlo todo en orden antes de que viniese dios y me llevase. Las revistas de putas fueron todas a la basura y como no tengo internet en casa ahora tengo que cascármela de imaginación. Ya no recordaba la última vez que me había hecho una paja sin una de esas tías de las revista delante y fue gratificante, porque pude imaginarme a la frutera que está como un queso orinándome la cara y si no me hubiera deshecho de las revistas nunca se me hubiera ocurrido. Además, caí en la cuenta de que a las putas de las revistas las tenía tan vistas que era como cascármela pensando en mi hermana. Ahora se abre un universo nuevo sin explorar en mis placeres solitarios. Puedo pensar en quien me de la gana. Puedo pensar en follarme a las infantitas, pero no a las de ahora, que son unas nenas, sino a la pequeña de las de antes. La Infanta Cristina. O a Elena. Es que les rompía el culo a las dos. La idea es coger a la mayor, por ejemplo, y metérsela por el culo y que se ponga a chillar como un cerdo cuando va al matadero, con media lengua afuera y las venas del cuello a punto de reventar, ¡¡AHIIIIIIIIIN, AHINNNNNN!!, así, ¡AHINNNNNN! ¿Se lo imagina? Y luego coger a la otra. A la otra me la imagino más de maullar. ¿No ha visto usted nunca unos gatos follando? Pero, bueno, no quiero aburrirle con mis manías.
—…
—… —sonrío beatíficamente y miro el cuadro de escena de amanecer con ojo femenino flotando en el cielo— ¿Tapies? —pregunto, señalándolo.
—Eh, no , una tía mía que pinta.
—… —miro el cuadro y asiento con la cabeza y luego la miro a ella—¿No me va a preguntar por mis aspiraciones económicas?
—…
Creo que no me va a preguntar. Es una de esas psicólogas tan educadas que abundan en recursos humanos y a la muy inocente no se le ocurrió otra cosa que provocarme preguntando qué tal.