jueves, 19 de septiembre de 2013

UNA GRAN ZAPATILLA


Primero fui a cortarme el pelo y luego a por unas zapatillas. Le pedí unas cerradas de cuadros de las de toda la vida pero de mi número solo las tenían lisas. Me quedé mirándolas. Las alcé a la altura de mis ojos y luego examiné las suelas. La señora me miraba con unos ojos muy grandes detrás de unas gafas muy grandes. Seguí analizando y valorando los pros y los contras de aquellas zapatillas que no tenían cuadros. El tiempo pasaba muy despacio. Cogí la otra y metí la mano dentro y la moví en el aire haciendo que bailara, como si las necesitara para volar. La puse en el mostrador, me rasqué la cabeza. Volví a examinar la suela.

—Es una gran zapatilla —dijo la señora.

Intenté contener la risa pero no pude y eclosioné una carcajada y un salivazo fue a parar a la gafa derecha de la señora.

—Perdón, me las llevo —dije

La idea era no llevármelas porque yo quería unas de cuadros, pero después de escupirle a la cara no me atreví a irme sin hacer compra (lo cual no quiere decir que comprar algo os de derecho a escupirle al tendero, que no se os olvide).