miércoles, 30 de enero de 2013

EL FUNCIONARIO QUE RECOGÍA LAS CACAS





Cuando trabajaba de cocinero en Andorra había un tipo que me llamaba mucho la atención porque trabajaba  para el ayuntamiento recogiendo las cacas de perro. Solo las cacas de perro. Iba por las calles con una moto y una especie de aspiradora y se paraba cuando veía una y (zup) la aspiraba con una velocidad y destreza que me asombraban. Yo tenía que estar encerrado en una cocina calurosa con una manada de lunáticos (conocí a muy pocos que  fueran emocionalmente estables, los podría contar con los dedos de una mano y me sobrarían dos dedos) y ese tipo vivía intensamente la vida, recorriendo las calles con su vista de águila, descubriendo mierdas allá donde pasaban desapercibidas para el común de los mortales, salvando a los niños y a las viejas de las cagadas que acechaban y se mimetizaban con el suelo de aquella forma tan camaleónica, como si hubieran salido de los culos con la expresa intención de buscar una suela de zapato en la que alojarse. Un día me encontré con él en un bar. Me llamó la atención que fuera de corbata. Volví a encontrármelo varias veces en el mismo bar, siempre de corbata, y un día me decidí, me acerqué y trabé conversación empezando por el tiempo. Luego le dije, cuando lo consideré adecuado, que yo trabajaba en hostelería como casi todos los emigrantes de allí y que ya me imaginaba que él era andorrano porque le había visto por ahí con la moto quitando las cagadas de la acera pública y a ese trabajo solo se podía aspirar siendo nativo o al menos hablando catalán. Le dije que si de pequeño hubiera sabido que existía esa profesión no hubiera insistido tanto en que quería ser payaso de circo.

-¿Y tú que querías ser de pequeño? –le dije.

Apuró el café y  se fue y desde entonces cada vez que coincidíamos en algún bar se colocaba en el otro extremo de la barra. Yo le saludaba con la mano o levantando las cejas y diciendo “oop” pero él nunca contesto a mis gestos amistosos.

Esto es lo que pasa con las personas que son elegidas a dedo para puestos de relevancia, sin pasar por unas oposiciones, que se vuelven arrogantes.

Positivismo incongruente


jueves, 17 de enero de 2013

LA HISTORIA DEL TÉ

 

Esta historia pertenece al primer número de los sapos ciegos así que tiene 6 años aproximadamente. Son dos páginas así que pica en la imagen

sábado, 5 de enero de 2013

MARIANO Y LOS REYES MAGOS DE ORIENTE



 Los reyes magos de oriente hacen un alto en el camino antes de honrar al niño jesús

-¿Entonces  qué hago?
-Piensa en otra cosa cuando las veas.
-Es que no puedo, Marisa, cada vez que las veo me las imagino haciendo la tijera y me turba mucho hablar con ellas de asuntos triviales, de la salud de mi madre o del tiempo, mientras me las imagino haciendo esas cosas.
-Piensa en nosotros follando cuando hablas con ellas.
-¡¡¿PERO QUÉ DICES, MARISA?, ESO ES AÚN MAS ASQUEROSO!!¡¡NO ENTIENDO COMO PUEDES METERTE LA POLLA DE UN TIPO COMO YO EN LA BOCA!!
- Cariño, ya deberías saber que yo me meto cualquier cosa en la boca. El otro día recogí un trozo de queso que se me había caído en el suelo en el bar de la esquina  y me lo metí en la boca. No sé por qué debería hacerle ascos a tu polla.
Nunca había pensado en mi polla como en trozo de queso y no sé si hacerlo ahora era tranquilizador o inquietante. El caso es que mi Marisa tiene dos amigas lesbianas de unos 60 años de edad, escritora una, actriz la otra, y cada vez que quedamos con ellas entro en un bucle enfermizo de pensamientos impuros y me las imagino frotando sus coños canosos entre ellas. Lo peor es que se me pone la polla como una morcilla de burgos y me siento sucio como cuando me masturbaba con aquellas revistas en las que había ancianas orinando y todo eso.
-¿Y cuando ves a mis padres también te los imaginas follando? A lo mejor a mi madre le gusta que se la metan por el culo o a mi padre que mi madre se ponga una polla de plástico y le de por el culo a él. 
-Eso es imposible, los padres no follan ¿No ves que son los reyes magos?
Marisa se me quedó mirando un rato como si acabara de descubrir que mi cabeza tenía forma de, no sé, cafetera, por ejemplo. Como si mi cabeza fuera una cafetera.
Cuando nos encontramos con sus amigas aquella tarde las saludé muy afectuosamente y hablamos de todo un poco mientras pensaba en Melchor chupándosela a Baltasar a la vez que sodomizaba a  Gaspar. A partir de aquel día ya nunca tuve pensamientos turbadores al encontrarme con ellas pero a los padres de Marisa no soy capaz de mirarles a los ojos.