Cuando trabajaba de cocinero en
Andorra había un tipo que me llamaba mucho la atención porque trabajaba para el ayuntamiento recogiendo las cacas de
perro. Solo las cacas de perro. Iba por las calles con una moto y una especie
de aspiradora y se paraba cuando veía una y (zup) la aspiraba con una velocidad
y destreza que me asombraban. Yo tenía que estar encerrado en una cocina
calurosa con una manada de lunáticos (conocí a muy pocos que fueran emocionalmente estables, los podría
contar con los dedos de una mano y me sobrarían dos dedos) y ese tipo vivía
intensamente la vida, recorriendo las calles con su vista de águila,
descubriendo mierdas allá donde pasaban desapercibidas para el común de los
mortales, salvando a los niños y a las viejas de las cagadas que acechaban y se
mimetizaban con el suelo de aquella forma tan camaleónica, como si hubieran
salido de los culos con la expresa intención de buscar una suela de zapato en
la que alojarse. Un día me encontré con él en un bar. Me llamó la atención que
fuera de corbata. Volví a encontrármelo varias veces en el mismo bar, siempre
de corbata, y un día me decidí, me acerqué y trabé conversación empezando por
el tiempo. Luego le dije, cuando lo consideré adecuado, que yo trabajaba en
hostelería como casi todos los emigrantes de allí y que ya me imaginaba que él
era andorrano porque le había visto por ahí con la moto quitando las cagadas de
la acera pública y a ese trabajo solo se podía aspirar siendo nativo o al menos
hablando catalán. Le dije que si de pequeño hubiera sabido que existía esa
profesión no hubiera insistido tanto en que quería ser payaso de circo.
-¿Y tú que querías ser de
pequeño? –le dije.
Apuró el café y se fue y desde entonces cada vez que
coincidíamos en algún bar se colocaba en el otro extremo de la barra. Yo le
saludaba con la mano o levantando las cejas y diciendo “oop” pero él nunca
contesto a mis gestos amistosos.
Esto es lo que pasa con las
personas que son elegidas a dedo para puestos de relevancia, sin pasar por unas
oposiciones, que se vuelven arrogantes.
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