lunes, 26 de noviembre de 2012

MARIANO PROMOCIONA

Mariano, como veis, me hace publicidad desde su Feisbuk a su manera, pero mejor tomo yo la riendas de la campaña navideña y os explico:
Ya sabéis que podéis comprar "Mi Marisa es un ángel" en vuestra librería especializada más cercana y si no lo tienen es que se les han acabado o no son tan especializadas. También podéis pedírmelo a javiguerrero@javiguerrero.es o aquí mismo y os lo envió firmado y dedicado con el erizo o perrito pollón, pero a los 100 primeros les enviaré también un bocetico aparte y a los 10 primeros una reproducción firmada A3 cartulina 300 grs de la ilustración de la portada como esta. Es una oferta navideña de vuestro amigo que os quiere. El precio es de 15 Euros gastos de envío incluidos pa España

viernes, 23 de noviembre de 2012

SUBMUNDO DE KAZ Y MI MARISA ES UN ÁNGEL. PA REGALAR ESTA NAVIDAD

 Mariano por Ata

Andaba yo pensando en cómo convenceros de que “Mi Marisa es un ángel” es un libro perfecto para regalar a toda la familia estas navidades  y se me ocurrió que lo mejor no es que lo diga yo sino que lo digan otros dibujantes de todas las calañas. Así que me puse manos a la obra a mendigar dibujos a aquellos con los que en realidad no me he ido casi nunca de copas y a los que casi no conozco. La idea era que le hicieran un pequeño homenaje a los personajes de mi libro y Ata Lasalle, uno de mis dibujantes preferidos (voy siempre directo a leer sus páginas en el Jueves y el TMEO), fue el primero en responder con ese dibujo de Mariano que es justo como me imaginaba que lo dibujaría. 

Submundo de Kaz

Por otro lado, entre email y email me enteré de que Ata se había metido también a editor (Autsaidercomics) y se estrenaba con esta lujosa edición por primera vez en castellano, del “Submundo” de Kaz. Me compré un ejemplar, ese de la foto, después de ver AQUÍ un adelanto del contenido. Lo tengo ahí al lado de la mesa de dibujo y como no fumo mis ratos de descanso consisten en leerme tres o cuatro páginas  y echarle un vistazo a una ventana lejana del edificio del fondo de la calle de enfrente e intentar enfocar la camiseta tendida cuyo dibujo no puedo distinguir o acertar con el color de ojos de la figurilla que fuma en la ventana porque me dijo el oculista que para descansar la vista de trabajar de cerca hay que hacerla trabajar de lejos. Pero divago, ahí tenéis una foto de la contraportada y podéis leer lo que dicen de Kaz el bueno de Clowes y super  Spiegelman. Pinchad AQUÍ  y no os lo penséis más. Son 292 páginas encuadernadas en cartoné, blanco y negro y papel de alto gramaje.
 No es porque lo diga yo digo yo, es porque  lo dicen ellos


Yo no digo nada porque seguro que pensáis que estoy de alguna manera comprometido a hablar bien del libro de Kaz y que se lo debo a Ata por haberme hecho ese dibujo tan guapo de Mariano. Me imagino que algunos de vosotros no conocéis a Marisa y Mariano. “MI MARISA ES UN ÁNGEL” es un libro de cómic y relatos ilustrados que me llevó bastante tiempo perpetrar. Aquí debajo tenéis la portada y si sois listos pincharéis en ella para  ver un adelanto. 176 páginas en color, encuadernado en rústica. Para haceros con él podéis pedirlo en vuestras librerías especializadas más cercanas y si no lo tienen es que se les ha acabado o no son tan especializadas. También me lo podéis pedir a mí directamente a javiguerrero@javiguerrero.es o me buscáis en el facebook y os lo enviaré dedicado con dibujito (un erizo o perrito pollón, es lo que dibujo siempre) y los 100 primeros con un boceto original a lápiz de lo que me dé la gana. Los 10 primeros a partir de yá se llevarán también, como obsequio navideño, además del bocetico, una reproducción A3 del dibujo de portada en cartulina de 300 grs. Son 15 euros sin gastos de envíos, amiguitos.


lunes, 19 de noviembre de 2012

GATO MUERTO, GAVIOTA MALA




No me lo podía creer, el primer día de trabajo a los dos días de cumplir 17 añitos y una gaviota embiste a una paloma y la despedaza. Delante de mí, lo hizo. Me quedé hipnotizado viendo a aquel animal al que tenía idealizado por culpa de una lectura desafortunada. Juan Salvador Gaviota me había hecho creer que las gaviotas tenían un no sé qué espiritual o que podían tenerlo y resulta que eran unas hijas de puta. Desde que cayó ese libro en mis manos creía ver a Juan  Salvador en ciertas gaviotas cuyos vuelos se diferenciasen de alguna manera de los de las demás o cuyos plumajes fueran especialmente blancos. Incluso creía distinguir el brillo de la sabiduría en los ojos de algunas de ellas.  Me puse pálido y en vez de enfilar al almacén de maíz que había en el muelle en el que iba a desperdiciar un precioso  verano adolescente, me metí en un bar a tomar un par de copas de orujo. La gaviota se estaba comiendo a la paloma y  yo iba a comenzar el mes de Julio con mi primer trabajo asalariado. 

La segunda copa de orujo me puso parlanchín y me apeteció hacer partícipe de mis sentimientos a la señora o señorita de la barra. Tenía una edad fronteriza entre la plenitud y la madurez y por su aspecto podía ser tan puta como santa así que cualquier cosa que le dijera sería un salto al vacío de consecuencias imprevisibles.

­—Ay, señorita, voy a desperdiciar uno de esos veranos que ya nunca se repetirán.  Justo ahora que estoy en la edad en que cada mañana estreno el mundo, me obligan a trabajar en un almacén de maíz diez horas al día ¡¡FÍJESE, UN ALMACÉN DE MAÍZ  CON 17 AÑOS!!
            La señora o señorita resultó no ser muy expresiva y lanzó una mirada huidiza a mi codo izquierdo antes de darse la vuelta para coger una botella de no sé qué y servirse algo que se bebió de un trago sin dejar de darme la espalda.

—Y fíjese, señorita- me envalentoné después de la tercera copa de orujo-, aquella gaviota se ha abalanzado sobre una palomita y se la está comiendo, el día en que mi adolescencia toca a su fin. Las puestas de sol serán grises a partir de ahora y los colores de las  flores pálidos o sucios. Ayer ni siquiera me hubiera atrevido a dirigirle a usted la palabra y ahora solo me apetece hundir mi cara entre sus piernas.

La señora o señorita no decía nada. Se notaba que ya había visto muchas gaviotas zamparse palomas.
—Fíjate en aquella otra, la del tejado de la casita naranja- dijo entonces
Era otra gaviota que llevaba algo en el pico. Salí a la calle y me acerqué dos pasos. Era un condón usado.
­—Si mañana traes uno de esos te dejo que me la metas- me dijo cuando entré de nuevo, todavía más revuelto que antes
Qué hija de puta. Ella formaba parte de un plan macabro, junto con el trabajo, las gaviotas y la paloma  para acabar ese día con mi adolescencia. Apuré el vaso y me fui dejando a aquella puta riéndose como una puta.
           
El capataz me miró con cara de capataz gordo y despiadado y me dio una barra de dos metros. Mi trabajo consistía en pasarme la mañana encima de aquellas toneladas de maíz y clavar la barra hueca en él, colar dentro un termómetro atado a una cuerdecita y esperar 10 minutos para tomarle la temperatura. El maíz era enfriado por una máquina que introducía aire en él a través de unas tuberías de aluminio y yo tenía que apuntar las temperaturas de 40 puntos diferentes a 1 y 2 metros de profundidad, todo ello en la soledad de aquel desierto de uralita y cereal. El caso es que, mientras esperaba los diez minutos en cada toma, me arrodillaba en el maíz y las piernas se hundían en él y  se enfriaban y, cuando más se enfriaban mis piernas, más gorda se me ponía la polla. Me hice dos o tres pajas sobre el grano, pensando en la puta del bar. Fueron unas pajas muy febriles porque en mis fantasías de coño peludo algo canoso se colaba a veces la gaviota devorando palomas.

Me fui a comer más cansado de masturbarme que de tomar temperaturas y por el camino, en medio del asfalto, justo donde antes había una gaviota devorando a una paloma, había medio gato atropellado y plumas desperdigadas. Era un gato negro con pinta de bonachón a pesar de las vísceras expuestas y el ojo fuera de la cuenca. Le toqué la nuca. Todavía estaba caliente, el pobrecito. En el bar, pegada a la cristalera, estaba la puta sonriendo.

Durante el resto del verano pude ver cómo el cadáver del gato se pudría y se secaba y la señora o señorita o puta o lo que fuese casi siempre estaba allí mirándome con aquella sonrisa inquietante y yo siempre intentaba que las piezas del rompecabezas (gaviota, paloma, condón usado, gato muerto y puta rara) encajasen de alguna manera y adquiriesen significado en forma de revelación mística, pero con los años comprobé que las piezas no estaban allí para encajar en ningún rompecabezas vital y que nuevas piezas cada vez más extravagantes irían añadiendo desconcierto al camino tonto de la vida y las señales serían cada vez más difíciles de interpretar, hasta el punto de que, algunos años después, cuando me pareció ver una manita muerta e infantil asomando de un contendor, preferí obviarla y pensar que si era un  mensaje no era para mí.