- ¡¡JODER, ME CAGO EN LA HOSTIA, ESTE ES EL SWING MÁS ALEGRE DEL MUNDO!!
El cliente no decía nada porque era un niño de 7 años y le importaba una mierda el Swing. La madre había ido a comprar el pan y me había dejado solo cortándole el pelo al crío. Al niño le daba la risa que pusiera la música tan alta y canturreara e hiciera chocar las tijeras en el aire al ritmo de la misma.
- ¡¡ME CAGO EN LA PUTA, ESCUCHA ESE PIANO , JODER, NIÑO , ESCÚCHALO BIEN!!-, decía yo, haciendo con los dedos de la mano derecha como si tocara un piano imaginario. Solté las tijeras y el peine y me puse a tamborilear sobre el mueble con energía, al ritmo del solo de batería que sonaba ahora. Entonces, repentinamente y sin ninguna explicación, al niño le cambió el humor y se puso a llorar. No digo a llorar con la boca abierta y chillando, sino con pucheritos, los ojos empañándose lentamente y las lágrimas recorriendo despacito las mejillas. Pensé que a lo mejor las vacaciones me habían sentado demasiado bien y mi alegría desmesurada era difícil de encajar para un niño que, a pesar de su corta edad, sabía que aquello no era el circo y se estaba asustando con mi sobreactuación de payaso sin nariz. En fin, como hay pocas cosas que me parezcan tan inquietantes como un niño llorando, decidí dejarlo solo y me metí en el servicio a hojear el fotogramas para darle tiempo a meditar sobre lo absurdo de su actitud. Entre tanto llegó la madre, el niño le cuchicheó algo y yo salí y terminé el corte de pelo acompañado al piano por Chopin y después por Emma Kirkby cantando una hermosa canción de Purcell(O,Let Me Weep). No advertí nada raro en la mirada de la madre y el niño parecía no guardarme rencor por ponerle los huevos de corbata con mi puesta en escena. Me dijo: "Adios, señor peluquero". ¡Qué rico!. No le di una piruleta por llorón.
Luego vino un niño gitano con su madre. El niño tenía unas pestañas enormes y unas orejas diminutas que parecían botones.
-¡¡JODER , ESTE NIÑO TIENE LAS PESTAÑAS ENORMES Y SIN EMBARGO CASI NO TIENE OREJAS!!-, le chillé a la madre, y luego solté una carcajada demente volcando la cabeza hacia atrás. Cuando estoy contento suelo hablarle a la gente como si todos estuvieran sordos. Nadie dijo nada.
Sonaba Purcell y yo arqueaba las cejas hacia arriba y canturreaba con expresión misericordiosa.
Vino un viejo con el mechón largo cubriendo la calva y se lo quité haciéndome el despistado mientras sonaba una canción llamada Lumberjack de un grupo de rock llamado Jackyl en el que hacen un solo con una motosierra. Se lo quité al ras del cuero cabelludo y dije"¡UY!". Se le puso una cara graciosísima al viejo y le señalé los altavoces y dije:
-¡EH, MIRE ESO, ES COMO UN SOLO DE GUITARRA PERO CON UNA MOTOSIERRA!!.
El pobre hombre seguía estupefacto porque probablemente no sabía que estaba calvo y acababa de descubrirlo ahora, al quitarle yo la tapa de un tijeretazo.
-¡¡AHORA TENEMOS QUE CORTARLO TODO AL UNO AMIGUITO!!¡¡ESTÁ USTED DE SUERTE!!
Le regalé una gorra amarilla de piensos que tenía en el privado y no le quise cobrar. Le obligué también a aceptar una de las piruletas que tenía para los niños, porque, al fin y al cabo, el sí que tenía razones para llorar. Se fue sin despedirse.
Cuando salí del trabajo me lo encontré en la parada del autobús con la gorra de piensos y la piruleta en la boca . Estaba muy simpático.
En la cola del Super se pusieron unas 6 personas detrás de mí. Una llevaba un queso, otra una botella de agua, otra una de vino, otra un pollo, otra un paquete de cervezas y la última una barra de chocolate. Las dejé pasar a las 6 delante.
-¡¡PASEN POR FAVOR, LA VIDA SON DOS DÍAS Y HAY QUE VIVIRLOS SIN PRISA!!
Dieron las gracias en un susurro. Eran tímidos.
- ¡¡ ME ENCANTA LA MÚSICA QUE PONEN EN ESTE SUPERMERCADO Y ESOS HERMOSOS UNIFORMES QUE VISTEN LAS CHICAS!!
La cajera tenía media sonrisa en la cara cuando pasó mi paquetito de gominolas por el lector.
-¡¡ME ENCANTAN LAS GOMINOLAS DE ESTE SUPERMERCADO!!
Seguro que se preguntaba porque había dejado pasar a todo el mundo llevando solo un paquete de gominolas. Era joven e inexperta y no sabía nada de la vida y las nuevas técnicas de acercamiento a la felicidad mediante la ralentización de la cotidianidad hasta casi provocar la congelación del tiempo y el espacio.
Ya en casa, me asomé a la ventana y al sentir las gotas gordas y frías de lluvia en la cara me dio una risa como la que podéis escuchar en la grabación y sentí repentinamente la presencia de dos cabezas en la ventana del piso de al lado, que hasta hacía poco estaba vacío. ¿Sabéis quienes eran? :
¡¡JODER, ERAN EL NIÑO DEL SWING Y SU MADRE, QUE ME MIRABAN HACÍENDO VER QUE NO ME MIRABAN!!.
¿Verdad que todo es superdivertido?
¡¡PERO QUÉ BIEN SIENTAN UNAS PEQUEÑAS VACACIONES, COJONES!!
En la imagen, una historieta antónima a este pequeño relato.
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