Esa es la casa en la que vivía en Navelgas, allá por el 92. Una vez vino un amigo a pasar el fin de semana y no solo no cenamos sino que dedicamos la tarde y la noche a beber güisqui DYC del malo. La idea era pasar la tarde bebiendo güisqui DYC del malo así que nuestro proyecto para el primer día no entrañaba muchas dificultades. Habíamos calculado que cuando tuviéramos el punto deseado comeríamos algo pero no había ningún puntómetro en los alrededores y las copas se sucedieron sin mesura. Había en el pub dos rubias desconocidas a las que intentamos seducir pero desistimos en cuanto una de ellas me advirtió que era mi prima Genoveva y que cómo le iba a mis padres y que cuánto tiempo y que no has cambiado nada. Yo no me podía creer que esa hembra hercúlea fuera la misma que se meo en la cocina el día de navidad como la niña del exorcista cuando tenía 8 años. Dos horas después del desafortunado encuentro, el camarero esparció serrín en el suelo y mi amigo se tiró en él a hacer como que nadaba mientras yo pensaba en unas morenas que había en la barra y en los extraños ritos de cortejo de mi amigo...pongamos...Oscar. Había también unos guardias civiles borrachos que se quitaron toda la ropa. Eran jovencitos y consiguieron con su actitud que un par de parejas se marcharan ofendidas. Luego puse un poco la oreja, cuando se sentaron sin ropa a hablar con el camarero y atrapé esta frase entre el ruido y la música “ ¿Sabes por qué nos hemos desnudado?, porque la gente no nos quiere y nosotros también tenemos sentimientos”. Se acabaron los tiempos en que el mundo se paraba cuando la guardia civil hacía acto de presencia en una fiesta. Aquella frase marcó un antes y un después en mi manera de ver a la benemérita. Ahora eran niños perdidos con pistola y desde entonces siempre he creído reconocer en los rostros de todos los que me he encontrado cierto aire de desamparo. Algo así como la soledad del monstruo o yo qué sé. El caso es que esa noche intentamos subir esa cuesta que nos llevaba hasta la casa pero cuando estábamos ahí donde señalan los monigotes, nos tiramos al suelo para fumar un cigarro, eso lo recuerdo. Seguramente nos apeteció hacer de rudos vaqueros mirando el cielo estrellado o algo así y nos sentamos ahí con la idea de tener una charla trascendental sobre el infinito o sobre mujeres, pero nos quedamos dormidos y al día siguiente nos despertó una fina lluvia muy agradable y mi prima Genoveva que me traía chorizos de casa. No me avergoncé de que me encontrara en ese estado porque, al fin y al cabo, yo la había visto mearse en el suelo de la cocina en casa de sus padres.
Genoveva, Genoveva: Se lo contaste todo a mi familia pero ahora, 17 años después, todo el mundo sabrá que te measte en el suelo de la cocina.
Cochina, niña mala.
Genoveva, Genoveva: Se lo contaste todo a mi familia pero ahora, 17 años después, todo el mundo sabrá que te measte en el suelo de la cocina.
Cochina, niña mala.
3 comentarios:
XDDD has escenificado el lugar del crimen la noche de autos ;P Menudas historietas que nos traes, ¿todo real 100% o alguna parte ficticia? Porque madre, que historias jejeje
dirty saludos¡¡¡¡¡¡¡
Ligeramente aliñado, alguno de mi pueblo conoce la parte en que no llegamos a entrar en la casa porque no fue la primera.
La de los guardia civiles también es verdá de la buena y la sabe medio pueblo. Se habían puesto moraos a poner multas y la gente no les tenía ningún aprecio.A la semana siguiente les trasladaron a no sé donde.
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