jueves, 19 de noviembre de 2009

mocosa



Mario y yo estábamos un Sabado de madrugada en la barra del bar con un aburrimiento de la hostia y media castaña, cuando apareció la rubia aquella de las piernas largas. Le dio dos besos a Mario y y le habló mucho rato echándole el aliento en la cara y rozando sus pestañas con las de él y por consiguiente también sus tetas. Yo ya me veía terminando la noche como un borracho solitario de esos que provoca un vacío de varios metros cuadrados a su alrededor, pero Mario se mostraba indiferente como si se la acabara de chupar la Pataki. La chica se fue sin comerse un rosco y yo le pregunté a Mario a qué se debía tan extraña actitud, teniendo en cuenta que si no fuera por Internet no hubiera visto un coño en su vida:

“Na, no sé que me pasa con esa tía, pero fue vecina mía cuando éramos críos y andaba siempre con un moco colgándole hasta la barbilla y también le costaba mantener la lengua dentro de la boca. Además casi no sabía pronunciar la erre y un día se cagó en clase. Esto fue en Parvularios pero su imagen quedó tan deteriorada que ya nunca pude verla con buenos ojos.”

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