sábado, 7 de febrero de 2009

monstruos peludos y otras cosas de mucho miedo


Un día de otoño de 1992, le corté el pelo a un vecino (con una borrachera de tres pares de cojones los dos) y luego terminamos de pillarla bien pillada. Por la mañana, al entrar al servicio, mi corazón dio un vuelco. Había un montón de bichos peludos muertos en el suelo. La repugnancia que sentí fue indescriptible. Medio litro de vino más tarde me atreví a entrar de nuevo en el servicio y comprobé que se trataba de montoncitos de pelo cortado que había olvidado barrer. No es necesario estar de resaca para que te ocurran esas cosas, a veces, por el rabillo del ojo, recogemos información visual que el tálamo traduce al lenguaje cerebral. El mensaje debería ir en principio al cortex, donde es evaluado para elaborar una respuesta lógica. Si embargo, una parte de esa información recogida confusamente y sin atención por el rabillo del ojo, la manda el tálamo erróneamente como algo peligroso o desagradable a la amígdala, donde se produce una respuesta de miedo y asco, antes de que el cortex haya tenido tiempo de hacer una traducción más detallada de la información recibida. Nuestro cuerpo se pone en alerta para acelerar una respuesta de lucha o huida, según el caso. Un segundo vistazo nos devuelve a la realidad. Picad en la imagen y veréis otro ejemplo más divertido.

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