jueves, 6 de diciembre de 2012

MATAR A MARISA



 Mariano y Marisa según Piñata

A veces me apetece darle una patada en la boca a Marisa . Es que es tan dulce y se ven tan bonita cuando come onzas de chocolate recostada plácidamente frente al televisor que me apetece darle una patada en la boca o un codazo y saltarle todos los dientes y que salgan disparados como fuegos artificiales y uno de ellos haga “clinc” en la pantalla del televisor y una gota de sangre salpique al gato blanco. Es una especie de fantasía obsesiva como aquella tentación que todos habréis tenido de darle una patada en el coño a vuestra madre o de arrojaros por la ventana de un décimo piso. Son cosas horribles de consecuencias irreversibles y sin embargo pienso la secuencia de imágenes y casi creo que quiero hacerlo. Un día, mientras miraba a mi Marisa, recostada en el sofá y comiendo chocolate, me obsesionó tanto la idea de hacerlo  que se lo hice saber.
-Ay, Marisa, huye, que me están asaltando pensamientos turbios y criminales y no sé si podré reprimir al psicópata que llevo dentro.
-Claro, cielo, claro.
- ¡¡MARISA, POR DIOS, PIENSA QUE DE UN MOMENTO A OTRO TE VOY A REVENTAR TODOS LOS DIENTES DE LA BOCA Y NO TENGO NI IDEA DE POR QUÉ QUIERO HACERLO!!¡¡HUYE, AHORA QUE PUEDES, MARISA, Y NO MIRES ATRÁS!!
            Marisa me miró de teatralmente con los ojos abiertos como platos y luego abrió la boca en toda su capacidad para enseñarme el bolo de chocolate masticado mientras hacía gestos lascivos con la lengua (guliguliguliguli, hacía). Tenía los dientes manchados de chocolate. Tenía chocolate en la barbilla.
Sonrió y sonreí, bobalicón.¡¡A quién voy a matar, pobre de mí!!
Relato inspirado en esa ilustración de Piñata

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