jueves, 17 de junio de 2010

UN GEMIDO CADENCIOSO DE PERRO EN EL AUTOBÚS


Estaba sentado en la parte de atrás del autobús, en esos asientos que están colocados confrontando a la gente. Yo elijo siempre el de espaldas al conductor y así tengo que imaginarme las caras de los que están hablando detrás de mí, porque hago un esfuerzo al entrar para no vérselas a todos. Luego se levanta y se sienta la gente, se baja y se sube y comentan en qué parada se van a apear para joder al que ya está sentado al lado del pasillo porque ellos se bajan dos paradas mas allá y quieren tenerlo más fácil; y le obligan a desplazarse al asiento de la ventanilla pese a que él quiere siempre el asiento del pasillo sabe dios por qué: Es así todos los días pero no le pasa a todo el mundo. Otros personas dicen muy bajito que vaya delgada que estás y otros que si estás trabajando todavía en esa mierda con aquel paleto o que vaya mierda tiempo o donde dejaste al guaje.

El autobús iba un poco vacío y llovía muchísimo pero no tanto como para que todo el mundo se asustara y dijera cosas sobre la lluvia. En fin, El caso es que cada poco escuchaba a mi espalda un gemido de perro. Cadencioso. 30 segundos. AAAhhhinn-hiiin; AAAhhhinn-hiiin; AAAhhhinn-hiiin. Así, cada 30 segundos o quizás más. En el asiento de enfrente solo había una chica que no parecía advertir gemidos de perro. No me miraba .Yo sí la miraba insistentemente para ver su cara extrañada ante los gemidos del perro pero ella, a pesar de no llevar auriculares, no se daba cuenta de nada.
Finalmente me harté de su indiferencia y se lo hice saber:
- Perdona guapa, ¿soy yo que me estoy volviendo loco o hay un perro por ahí gimiendo cadenciosamente cada 30 segundos?.
- ¿Eh?
- Mira, mira, ¿eso es un gemido de perro, sí o no?
- No he oído nada.
- …
AAAhhhinn-hiiin
-¿Y ahora?
-No.
Justo detrás de la chica había un niño de unos 9 o 13 años que me miró de manera muy expresiva abriendo desmesuradamente los ojos mientras ponía su dedito índice delante de ellos y lo movía como un abanico. O como un limpiaparabrisas.
¡Que hijoputa el crío! ¡Me estaba indicando con gestos que el ruidito lo estaba haciendo el limpiaparabrisas y no un perro!.
Pensé que ese niño iba a llegar muy lejos, con su astucia y su discreción (no abrió la boca). Más lejos que yo.
Me volví en el asiento y esperé a que el limpiaparabrisas lo volviera a hacer y después, cuando lo hizo, me reí con mi mejor risa de comprender por fin algo que me preocupaba.
Le hice un expresivo gesto con las palmas hacia arriba y los ojos muy abiertos a la chica anodina de la silla de enfrente y después de exclamar “¡YA ESTÁ!” le expliqué que era el limpiaparabrisas y no un perro lo que todos estábamos escuchando.
Me miró como si estuviera loco y se bajó en su parada o a lo mejor antes.
Algo me hizo pensar que ella ya lo sabía todo sobre el limpiaparabrisas pero no me lo quiso decir porque era una puta subnormal amargada de mierda, pese a ser joven y lozana; y que pensaba que si hablaba conmigo sobre gemidos de perro y limpiaparabrisas luego yo le iba a exigir que me la chupara o que me acompañara al cine.
Le guiñé un ojo al niño y a él le dio la risa.
Puede que ese cómic de 7 páginas que tenéis en la imagen ya lo haya puesto otro día pero es que viene muy bien para esta historia. Ala. Picad si no lo habéis leido.

1 comentario:

Thornton dijo...

El comic ya lo conocía. Los ojos de la señora son un poema.
Todo lo que escribes resulta natural, por fuerte que sea. Se podría decir aquello de "lo exige el guión". A eso se le llama talento.
Un abrazo.