Hace doce años estuve trabajando para el ayuntamiento en una cosa que se llamaba el IMI.
El IMI era lo que hacía el gobierno para que pareciera que no estabas en paro( creo que siguen haciéndolo, pero con otro nombre). Te ponían a trabajar por cuatro duros golpeando las cunetas con una azada 8 horas al día durante 6 meses y para acceder a ese puesto de trabajo tenías que ser madre soltera, enfermo mental, viejo sin trabajo o drogadicto o alcohólico en rehabilitación. O pertenecer a razas minoritarias. Me pareció buena cosa trabajar en algo estúpido y sin responsabilidad y me registré como alcohólico en rehabilitación (aunque solo era bebedor compulsivo simulando abstención). Las siglas IMI quieren decir ingresos mínimos de inserción. La idea de inserción laboral que tienen esos paletos que manejan los hilos es curiosa, porque nadie en su sano juicio añadiría ese periodo laboral en su currículo.
El trabajo era una mierda de limpiar cunetas en zonas rurales pero a veces me reía con la gente tan rara que trabajaba conmigo. Yo era el más normal, pero probablemente eso pensábamos todos de nosotros mismos. Me tocaba trabajar casi siempre con una madre soltera muy pija y bien vestida (¿?) y uno bajito de gafas que estaba como una regadera y siempre traía papelitos pegados en los cortes que se hacía en la cara al afeitarse. Estaba loco de atar y como muestra un botón: Un día estábamos protegiéndonos de la lluvia bajo un árbol y la pija y yo, apoyados en nuestras azadas ( mientras yo fantaseaba con el contenido sudoroso de su funda de trabajo roja), nos pusimos a hablar de Sharon Stone y su elevado coeficiente intelectual, 140 o por ahí, entonces el loco de las gafas de pasta nos dijo que eso era imposible porque “una persona con un coeficiente intelectual de mas de 117(¿?) mira fijamente hacia un punto determinado de una pared y esta explota por los aires au-to-má-ti-ca-men-te”. No, espera, no estábamos bajo un árbol, era una marquesina, creo. Y había un viejo segando y un gato muy sucio mirándonos desde el muro de piedra.
Los viernes no trabajábamos. Ese día nos mandaban a un curso de albañilería que impartía un tipo grande, pedante y sobrado que decía ser aficionado a la psicología. El primer día de escuela repartió una especie de cuestionario muy raro y para nada relacionado con ladrillos. Teníamos que definir unas cuantas palabras de las que solo recuerdo las más graciosas: Hombre, mujer, esperanza, amor, solidaridad, tolerancia, agua, fuego, tierra.... “Esperanza” fue definida por muchos como lo último que se pierde. El gitano iba de gracioso. Para “hombre” respondió “racial” y para mujer “en casa”. Y entonces surgió un debate analfabeto sobre machismo, lleno de desvaríos e histeria, que me hizo desear tener una grabadora o un tele-transportador molecular. El psicólogo-albañil sonreía satisfecho afirmando que ya sabía él que el cuestionario iba a traer cola. ¡Como admiraban todos a aquel hombre! ¡Y en solo media mañana! Una mujer bastante estúpida y a todas luces maltratada (sin que una cosa tenga que ver con la otra), se puso a llorar cuando se leyó en alto su definición de esperanza, que no puedo repetir sin sonrojarme. Esa misma tarde enfermé de depresión (entre comillas de esas que se hacen en el aire con los dedos) y jamás volví a golpear una cuneta con una azada ni llegué a aprender a colocar un ladrillo encima del otro.
Otro día os cuento como se imita una depresión, pero probad una cosa: Entrad en el despacho de la loquera con los brazos colgando muertos y, si no se ha fijado, interrumpid la entrevista para ir a orinar y caminad de la misma forma. ¡Y nunca la miréis a los ojos ni le deis la información que os pide, porque se supone que no tenéis ganas de hablar! Y cuando salgáis de la consulta con vuestra baja renovada os vais a la bodega, pedís una de queso y otra de cecina y algo de lomo y un litro de vino y acabáis la jornada bailando el baile del gorila encima de la mesa de un bar, borrachos como cubas, cagaos, meaos y vomitaos, hasta que alguien llame a la policía o se le ocurra daros unas hostias y quitaros la cartera.
Sí señor, hoy estoy contento y me da la risa. Picad en la imagen para ver la tira que ilustra este texto.
El IMI era lo que hacía el gobierno para que pareciera que no estabas en paro( creo que siguen haciéndolo, pero con otro nombre). Te ponían a trabajar por cuatro duros golpeando las cunetas con una azada 8 horas al día durante 6 meses y para acceder a ese puesto de trabajo tenías que ser madre soltera, enfermo mental, viejo sin trabajo o drogadicto o alcohólico en rehabilitación. O pertenecer a razas minoritarias. Me pareció buena cosa trabajar en algo estúpido y sin responsabilidad y me registré como alcohólico en rehabilitación (aunque solo era bebedor compulsivo simulando abstención). Las siglas IMI quieren decir ingresos mínimos de inserción. La idea de inserción laboral que tienen esos paletos que manejan los hilos es curiosa, porque nadie en su sano juicio añadiría ese periodo laboral en su currículo.
El trabajo era una mierda de limpiar cunetas en zonas rurales pero a veces me reía con la gente tan rara que trabajaba conmigo. Yo era el más normal, pero probablemente eso pensábamos todos de nosotros mismos. Me tocaba trabajar casi siempre con una madre soltera muy pija y bien vestida (¿?) y uno bajito de gafas que estaba como una regadera y siempre traía papelitos pegados en los cortes que se hacía en la cara al afeitarse. Estaba loco de atar y como muestra un botón: Un día estábamos protegiéndonos de la lluvia bajo un árbol y la pija y yo, apoyados en nuestras azadas ( mientras yo fantaseaba con el contenido sudoroso de su funda de trabajo roja), nos pusimos a hablar de Sharon Stone y su elevado coeficiente intelectual, 140 o por ahí, entonces el loco de las gafas de pasta nos dijo que eso era imposible porque “una persona con un coeficiente intelectual de mas de 117(¿?) mira fijamente hacia un punto determinado de una pared y esta explota por los aires au-to-má-ti-ca-men-te”. No, espera, no estábamos bajo un árbol, era una marquesina, creo. Y había un viejo segando y un gato muy sucio mirándonos desde el muro de piedra.
Los viernes no trabajábamos. Ese día nos mandaban a un curso de albañilería que impartía un tipo grande, pedante y sobrado que decía ser aficionado a la psicología. El primer día de escuela repartió una especie de cuestionario muy raro y para nada relacionado con ladrillos. Teníamos que definir unas cuantas palabras de las que solo recuerdo las más graciosas: Hombre, mujer, esperanza, amor, solidaridad, tolerancia, agua, fuego, tierra.... “Esperanza” fue definida por muchos como lo último que se pierde. El gitano iba de gracioso. Para “hombre” respondió “racial” y para mujer “en casa”. Y entonces surgió un debate analfabeto sobre machismo, lleno de desvaríos e histeria, que me hizo desear tener una grabadora o un tele-transportador molecular. El psicólogo-albañil sonreía satisfecho afirmando que ya sabía él que el cuestionario iba a traer cola. ¡Como admiraban todos a aquel hombre! ¡Y en solo media mañana! Una mujer bastante estúpida y a todas luces maltratada (sin que una cosa tenga que ver con la otra), se puso a llorar cuando se leyó en alto su definición de esperanza, que no puedo repetir sin sonrojarme. Esa misma tarde enfermé de depresión (entre comillas de esas que se hacen en el aire con los dedos) y jamás volví a golpear una cuneta con una azada ni llegué a aprender a colocar un ladrillo encima del otro.
Otro día os cuento como se imita una depresión, pero probad una cosa: Entrad en el despacho de la loquera con los brazos colgando muertos y, si no se ha fijado, interrumpid la entrevista para ir a orinar y caminad de la misma forma. ¡Y nunca la miréis a los ojos ni le deis la información que os pide, porque se supone que no tenéis ganas de hablar! Y cuando salgáis de la consulta con vuestra baja renovada os vais a la bodega, pedís una de queso y otra de cecina y algo de lomo y un litro de vino y acabáis la jornada bailando el baile del gorila encima de la mesa de un bar, borrachos como cubas, cagaos, meaos y vomitaos, hasta que alguien llame a la policía o se le ocurra daros unas hostias y quitaros la cartera.
Sí señor, hoy estoy contento y me da la risa. Picad en la imagen para ver la tira que ilustra este texto.
2 comentarios:
Qué dure el buen humor y menudas historias que te pasan... Yo tb tuve una temporada de trabajos variopintos y lo que más mola es la gente que conoces de todo tipo y la de historias que te cuentan...
dirty saludos¡¡¡
ya te digo. De cocinero en Andorra tengo una cantera inagotable de historias.
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