
Un bonito domingo de otoño, estaba yo en el bar de mi pueblo sacando y metiendo la bolsita de te en el agua, para acelerar el proceso, cuando una amiga me dijo:
-¡Anda, si metes y sacas la bolsita de te en el agua igual que yo, para que se haga más rápido! ¡ qué curioso!
Preferí no continuar por ese camino la conversación porque entendí que no nos iba a llevar a nada bueno ni malo enredarnos en ella y le pregunté por su madre, que acababa de salir del hospital, donde había sido intervenida de varices; pero, como me suele pasar a veces, casi un año más tarde, recordé, mientras pelaba cientos de patatas en la cocina de un hotel Andorrano, aquel inicio de conversación interrumpida y me dio por fantasear sobre lo que hubiera ocurrido de haberme metido de lleno en ella. Quizás hubiéramos encadenado una serie de ideas que de alguna manera podrían haber cambiado el transcurso de los acontecimientos y quizás ahora estaría yo en otro lugar, pelando cebollas y no patatas, llorando a lágrima viva…pero divago: picad en la imagen.