miércoles, 28 de enero de 2009

CON LO NORMAL QUE PARECÍA



La frase más tonta y repetida en las noticias de crímenes escabrosos la dicen siempre los vecinos . “con lo normal que parecía”. El cine y la ficción nos tienen acostumbrados a asesinos claramente reconocibles por sus miradas inquietantes, sus tics, insociabilidad, etc. Otras veces tienen apariencia normal pero adolecen de complejos extravagantes heredados de la infancia, como en el caso del film Jennifer 8, donde el asesino de ciegas se había criado en un colegio de ciegas y las odiaba porque estas nunca le miraban, era un tipo muy normal, de hecho, era un hombre de éxito y nadie sospechaba de él hasta los últimos minutos del film. No sé a vosotros, pero a mí sus motivaciones me parecen ridículas, uno de esos rizos rizados a que nos tiene acostumbrado el cine yanqui, casi siempre infantil en la complejidad psicológica incluso de sus asesinos más celebrados: Anibal Lecter y sus pueriles torturas psicológicas a aquel reo que había ofendido a Clarece. ¿Y que me dicen de el malo de esa misma película, el imbécil que quería la piel de sus víctimas porque codiciaba desde pequeño no se qué hostias, para no sé qué hostias de travestismo ridículo (buuh, que miedo, ¿por donde comenzamos a codiciar Clarice?)?. ¿Para que nos vamos a engañar? A la mayoría de las personas normales le gustaría cometer un crimen violento y gritar enfurecidos con el cuerpo mutilado de esa anciana(la que cuenta los céntimos en el supermercado) inerte a sus pies. Todos tenemos un pequeño psicópata dormido en nuestro interior.
Excepto yo, que nadie se asuste. Yo adoro a las viejecitas del supermercado. Es que me las comería.

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