A veces convenzo a mi Marisa para que se pase algunas horas
muertas sentada conmigo en el parque. No creo que le guste hacerlo pero a veces
ella me obliga a entrar en museos o ver a su familia y me jodo y me callo así
que todos los meses tenemos una mañana de domingo para los museos (y o familia)
y otra para el banco del parque. Algunas veces pasa un señor calvo con un perro
viejo y feo y siempre se para delante de nosotros y dice “je je” y acaricia al
perro y le dice monadas en alto esperando que nos sumemos al acicale del chucho
y hablemos con él. Yo creo que ese perro le servía para hacer relaciones
públicas en el parque quizás hace unos años, pero ahora tiene un aspecto
agonizante y un caminar pesado y esas calvas enrojecidas y pelo descuidado y
seguro que la gente solo quiere que el dueño no se acerque demasiado con esa cosa
infecta. Otras veces pasa una mujer espectacular y yo voy y digo: “¡¡WOW!!”. Y
Marisa me dice que al menos podría disimular cuando ella está delante y
entonces yo espero a que pase una anciana y repito : “¡¡WOW!!”. A mi Marisa no
le gusta que la tome por tonta así que a lo mejor pasa un grupo de marujas
corriendo en chándal y va ella y dice: “¡¡WOW!!”. Luego resulta que una racha de viento levanta
un montón de hojas secas y voy yo y grito: “¡¡WOW!!”.
El pavo real extiende su cola: “¡¡WAW, WOW!!”,
gritamos al unísono. Una ardilla se baja del árbol: “¡¡WOW!!”. Aquel chico le mete la mano en la raja del culo a
su novia al mismo tiempo que un perro se enzarza con otro: “¡¡WAW, WOW!!”. Los dueños
de los perros, una señora gorda y una especie de yonki flacucho, discuten: “¡¡WOW!!”.
El Yonki, después de mandar a la mierda a la señora, se acerca a nosotros y nos
pregunta:
–¿Sabéis dónde está la farmacia de la playa?
–No sé, pero hay una de guardia en el paseo Begoña- dice mi
Marisa.
–No, yo quiero saber dónde está la de la playa, es para
ubicarme.
–Pues no tenemos ni puta idea de donde hay farmacias en la
playa pero lo que sí sé es dónde hay una carnicería en mi pueblo, si te sirve
para ubicarte, la lleva un señor muy gordo que tiene los nudillos peludos-
intervengo.
Se me queda mirando como si tuviera un pulpo vivo en la
cabeza metiéndome uno de sus tentáculos en la oreja. Se queda un rato muy largo
e incómodo. Se va.
–¡¡WOW!!- decimos al unísono.
–¡¡WOW!!- chillan unas voces infantiles a nuestra espalda.
Nos damos la vuelta y vemos a unos niños correr muriéndose
de risa.
Para que luego me diga mi Marisa que no merece más la pena
el parque que el museo.
Nota: Este relato está inspirado en esa ilustración de Marisa y Mariano
que me hizo Pedro el Koko Parrilla
2 comentarios:
Sí, en los parques hay muchas cosas.
Un saludo, Javi.
Waw wow, Kenit
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