lunes, 24 de diciembre de 2012

CUANDO MARISA SE VA DE CONVENCIÓN

Marisa se va a sus convenciones y sus cosas y me deja solo varios días con sus noches, con sus desayunos y sus comidas y meriendas solitarias, sus sesiones de masturbación compulsiva y los bailes extravagantes enseñando la pirula desde el balcón, haciéndola girar como una hélice con un experto movimiento de caderas, gritando y riendo en el balcón con aquellas canciones que siempre me hacen verter lágrimas emocionadas cuando las pongo después de mucho tiempo sin escucharlas:”La Ramona es pechugona”, “La puta de la cabra”, el “Lalala” de Massiel, “El baúl de los recuerdos”…en fin, ¿qué les voy a contar que ustedes no hayan experimentado alguna vez si son gente de corazón? Pero si la ausencia de mi Marisa excede de tres días, mi corazón se sume en profunda melancolía y dolor insoportable. La extraño el cuarto día o incluso a veces el tercero si he agotado por alguna razón mis diversiones en solitario. A veces ocurre. A veces le faltan a uno vitaminas y no se da cuenta. A veces se ha olvidado uno de comer fruta y las neuronas se dedican a jugar al parchís o al cinquillo o simplemente se vuelven introspectivas y hurañas y se sumen en un mutismo enfermizo en vez de ingeniar sugestivos pasatiempos. Es entonces cuando me refugio en la bebida y la melancolía se multiplica y descargo mi dolor en el feisbuk comulgando así con otras almas atormentadas a las que les gusta exponer su sufrimiento públicamente de manera habitual como si fueran los protagonistas de una nueva modalidad de reality show. Pero mi Marisa es inmune a la emotividad descontrolada y responde como si en lugar de corazón tuviera un disco duro. Vean, si no:

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