Relato inspirado en esta ilustración de Oskar Blanco
-Marisa, la charcutera me llama Marianico y no sé por qué.
-A lo mejor es maña.
-Lo que no entiendo es por qué se
toma esas confianzas conmigo.
-A lo mejor es porque te pasas el
tiempo muerto en la charcutería opinando sobre embutidos y metiéndote con los
clientes.
-¿Y tú que sabes?
-Porque me lo ha dicho una cajera
amiga mía. Una que te tiene miedo porque te quedas hipnotizado mirándola y te
tiene que preguntar tres veces que si quieres bolsa y te quedas ahí como un gilipollas.
Se ve que estuvo preguntando por ti a otras compañeras por si eras un tarado
peligroso y la charcutera le dijo que te faltaba una garcillada pero no eras
peligroso, que a ella también le pasaba lo mismo contigo hasta que un día se le
ocurrió salir del mostrador y agarrarte de la oreja y preguntarte “¿Pero qué
miras tú, tontorrón, que te gusta tanto mirar?” y a todas las clientas que
había, que también estaban un poco tensas en tu presencia, porque al parecer
dejas escapar algo de saliva y la mandíbula te cuelga un poco, les entró la
risa y una tuvo un ataque de tos y casi no podía respirar. Entonces, al parecer, corrígeme si me equivoco, tú dijiste
que no se rieran de ti, que se habían muerto tu mujer y tus hijos en un
incendio hacía tres meses y que se les veían todos los piños a los cadáveres
carbonizados y las pobres te miraron con compasión y luego contaste unos chistes de Jaimito y
después les explicaste que había una pasta italiana muy rara que tenía forma de
radiador y que por eso se llamaban radiatori y que estaban en oferta y habías
comprado 10 paquetes y que los plátanos también estaban en oferta y te habías
comprado 30 kilos aunque no estabas muy seguro de si se estropearían antes de
comértelos todos. Y la charcutera, al parecer, estuvo un tiempo arrepentida de
haberte dado confianza porque ahora siempre te pasas por allí a darle la brasa
a quien te quiera escuchar y a quien no quiera también.
-…-No dije nada.
-¿Cómo quieres que la charcutera no
te llame Marianico?
Os juro que no pienso volver a ese antro de chismosas. Y los chistes no eran de Jaimito.
Os juro que no pienso volver a ese antro de chismosas. Y los chistes no eran de Jaimito.
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