Mariano y Marisa según Piñata
A veces me apetece darle una patada en la boca a Marisa . Es
que es tan dulce y se ven tan bonita cuando come onzas de chocolate recostada
plácidamente frente al televisor que me apetece darle una patada en la boca o
un codazo y saltarle todos los dientes y que salgan disparados como fuegos artificiales
y uno de ellos haga “clinc” en la pantalla del televisor y una gota de sangre
salpique al gato blanco. Es una especie de fantasía obsesiva como aquella
tentación que todos habréis tenido de darle una patada en el coño a vuestra
madre o de arrojaros por la ventana de un décimo piso. Son cosas horribles de
consecuencias irreversibles y sin embargo pienso la secuencia de imágenes y
casi creo que quiero hacerlo. Un día, mientras miraba a mi Marisa, recostada en
el sofá y comiendo chocolate, me obsesionó tanto la idea de hacerlo que se lo hice saber.
-Ay, Marisa, huye, que me están asaltando pensamientos
turbios y criminales y no sé si podré reprimir al psicópata que llevo dentro.
-Claro, cielo, claro.
- ¡¡MARISA, POR DIOS, PIENSA QUE DE UN MOMENTO A OTRO TE VOY
A REVENTAR TODOS LOS DIENTES DE LA BOCA Y NO TENGO NI IDEA DE POR QUÉ QUIERO
HACERLO!!¡¡HUYE, AHORA QUE PUEDES, MARISA, Y NO MIRES ATRÁS!!
Marisa me miró de teatralmente con
los ojos abiertos como platos y luego abrió la boca en toda su capacidad para
enseñarme el bolo de chocolate masticado mientras hacía gestos lascivos con la
lengua (guliguliguliguli, hacía). Tenía los dientes manchados de chocolate.
Tenía chocolate en la barbilla.
Sonrió y sonreí, bobalicón.¡¡A quién voy a matar, pobre de
mí!!
Relato inspirado en esa ilustración de Piñata
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