Aunque
todo el mundo piensa que no tuve amigos la verdad es que si los tuve. Estaba
Oscar y no recuerdo quién más. Teníamos 20 años o por ahí. Oscar era un tipo
que necesitaba mucho espacio vital porque era enorme y además hijo único y cuando nos
encontrábamos para tomar un vino nos colocábamos a 6 o 7 metros de distancia y
hablábamos así, a viva voz, de nuestras cosas. La cosa es que casi nunca nos
contábamos intimidades porque a esa distancia y en ese tono todo el mundo se
enteraría y por lo tanto nunca llegamos a conocernos demasiado bien. En
realidad cada uno tenía formada una opinión sobre el otro en base a lo que
compartíamos de esquina a esquina de la barra del bar, que eran frases carentes
de contenido y opiniones poco comprometidas, destinadas a ser aprobadas por
camareras, familias que cenan con sus niños, albañiles borrachos, comerciales
borrachos, señores jubilados que toman el vino antes de irse a cenar, etc...
- ¡¡PUES
ME ALEGRO DE QUE POR FIN VUELVA EL BUEN TIEMPO, AUNQUE LA LLUVIA TIENE UN CIERTO
ENCANTO AL ABRIGO DEL CALOR DE LA BARRA DEL BAR!!-Dije yo un aciago día,
extralimitándome y exponiendo quizás una opinión quizás demasiado personal.
-¡¡A
MÍ DÉJAME DE POESÍA, QUE YO SOY UN CURRANTE!!- Zanjó él. Se ponía colorado si
la conversación delataba algún tipo de sentimiento sobre algo, ya veis.
Entonces
caí en la cuenta de que ahora todo el mundo se había enterado en el bar de que
mi corazón albergaba sentimientos hacía la lluvia y me avergoncé y chillé,
entre risas:
- ¡¡ES
VERDAD, DONDE ESTÉ UNA BUENA PUTA QUE SE QUITE LA POESÍA!!.
¿Veis?
Me faltaba inteligencia social. Todo el mundo , incluso el más imbécil, se había
dado cuenta de lo impostado de mi afirmación, y mi amigo Oscar se azoró y miró
para otro lado.
- ¡¡BUEN
DÍA PARA EL PEZ PLÁTANO!!- Chillé, intentando arreglar las cosas. Había leído
ese libro de Salinger hacía un mes y desde entonces reventaba de ganas de decir
la frase en público. Buen día para el pez plátano ¿No es genial? Mi amigo
Oscar, al que había conocido hacía dos semanas compartiendo nuestros
conocimientos sobre la mejor manera de encender una cocina de leña, apuró el
vaso y se fue y ya nunca lo volví a ver. Pero la frase del plátano surge desde
entonces de lo más profundo de mis vísceras cuando alguna situación me altera
de alguna manera. Cuando la señora de la cola del supermercado cuenta céntimos,
por ejemplo.
Así
que no penséis que nunca tuve amigos, porque , aunque ni siquiera mi Marisa se
lo crea, tuve uno durante dos largas semanas. Un tipo grande que necesitaba
mucho espacio vital.
En la imagen, página 1 de 4 sobre el espacio vital.
2 comentarios:
Vital, el espacio vital.
Yo me imaginé muchas veces a esas gallinas que transportan enormes camiones..., y a los animales encerrados...
Somos unos hijos de puta.
Un abrazo.
A las gallinas e las ve tan poco cariñosas que nunca me he preocupado por ellas.
Publicar un comentario