-
Mariano, te veo triste y ausente esta tarde.
- Sí
Marisa, a veces , aunque te cueste creerlo, me pongo triste y angustiado ante
la inminencia de tiempos peores y la imposibilidad de disfrutar del recuerdo de
tiempos mejores.
-Oh,
¿Mi cielito tuvo una infancia triste?
- No
es eso, Marisa, el problema es que era una infancia y ya sabes que los niños me
dan nauseas. Mientras otros recuerdan con una dulce sonrisa sus juegos
infantiles yo me siento profundamente avergonzado de haberlos protagonizado. Además,
mi padre era tan divertidísimo que daba nauseas y mi madre tan guapa y dulce
que me tuvo enganchado a su pezón hasta los 12 años. Todos los días de mi vida
intento borrar esa infancia tan infantil y llena de amor o recordar momentos
desgraciados para compararlos con los buenos y ponerles una puntuación en el
baremo de la felicidad, pero no puedo porque en mi casa se comían perdices
todos los días de año.
Marisa
no quiso tirar del hilo porque cuando me pongo así creo que le entran ganas de
salir a emborracharse y se encerró en el servicio donde sospecho que tiene
escondida una botella de vodka. Podía escuchar el glu-glu de su gaznate. Salí a
dar una vuelta a los bares de la manzana porque cuando me pongo así a mí también
me apetece emborracharme. Todo el mundo tiene algo especial que recordar con
añoranza pero a mí lo que me jode es que toda mi infancia transcurrió de manera
tan perfecta e infantil y con tanto amor que no puedo rescatar un momento que
supere al otro y toda esa felicidad se diluye en una especie de bucle confuso
sin principio ni final. Mi padre era feliz y le contaba a mi madre las cosas de
su jornada de comercial de calcetines con un entusiasmo rayano al paroxismo y me hacía envidiar no al astronauta o al
bombero sino al comercial de calcetines, y mi madre compartía sus aventuras con
los calcetines y casi lloraba de amor cuando le explicaba que un jilguero se
había posado en la ventana y que con eso y escuchar el ruido de su llave en la
cerradura tenía bastante para ser feliz dos meses. En algunos momentos me miraban
y se regocijaban. Decían : "Y nuestro Mariano es tan...tan..." Y yo
esperaba ansioso y pensaba "¡¡¿TAN QUÉ?!!", pero nunca terminaban la
frase y muchas veces yo acababa debajo del cuerpo de mi madre con su pezón en
la boca, mientras mi padre le arrancaba las bragas y la embestía violentamente
por el culo. Se puede decir que era como una bola de nieve de felicidad que se
iba haciendo más y más grande a medida que rodaba por la pendiente de la alegría
y siempre había acontecimientos nuevos que renovaban e intensificaban la
sensación de perfecto en insuperable bienestar. Todavía estaba mamando del pezón
de mi madre cuando comencé a mamar también el glande de mi padre, que resultó
ser mucho más entusiasta en su aportación de paternidad. Mi madre le reñía
cariñosamente a veces porque no había terminado de tomar el pecho cuando ya
estaba tomando la polla y ella pensaba que a lo mejor tanto peca lo mucho como
lo poco y un exceso de sensibilidad en
un niño puede ser debilidad en su vida adulta y convenía dosificar los mimos.
Pero
bueno, supongo que os estoy aburriendo y no quiero resultar presuntuoso porque
sé que lo tuve todo (¡¡quizás demasiado y por eso soy a veces tan caprichoso!!)
y algunos no tuvisteis ni la mitad de lo
que un niño se merece. Sigo mi ruta de bares, rebuscando en la memoria y
tratando de encontrar un recuerdo amargo que me ayude a disfrutar más de la
felicidad absoluta que siempre me acompaña y a ser más agradecido por las
cartas que me han tocado en la partida impredecible de la vida y a no quejarme
por las cartas malas que sin lugar a dudas empezará repartirme la vejez en este
tramo que siempre es declive.
En la imagen, página 1 de 5.
2 comentarios:
Tu relato, me hace recordarme de cosas…
Tengo que decirte que yo he sido un mamón no tan tardío como tú. Según cuentan hubo que colocar pimentón picante en el pezón de mi madre. Tengo que decir que lo hacía de pie, a sabiendas que sólo salía una aguacilla de suero de sabor indeterminado.
Lo del glande no lo probé. No sé que complejos tengo por eso.
También he de decirte, que según el MMPI, a los mamones tardíos se nos detecta por la forma de saborear las bebidas, con ese recogimiento de labios a lo pajarito.
Has de observarlo.
Lo de no haber chupado el glande me causa extrañeza.
Excelentes dibujos y escrito.
Un saludo.
Mariano me dice que te diga que quien no le ha chupado el glande a su padre siempre será un adulto incompleto, si quieres saber quienes son suelen beber cerveza sin vaso, masturban el cuello de la botella casi sin darse cuenta y al berber se lo introducen 4 centímetros adentro o incluso hasta el gaznate. Gritan a viva voz lo machos que son y las hostias que le dieron a un tipo muy alto un día que no había nadie delante para constatarlo. Saludo.
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