Un día no pude más. Hace tiempo que
sufro en silencio la estúpida forma de comprar embutidos de mi Marisa y siempre
me contengo. A todos nos ha apetecido alguna vez darle una paliza a nuestra
pareja, sin distinción de género, profesión o creencia religiosa, pero a mí me
va la vida en reprimirme porque la casa es de ella y el dinero también. Pero
esta vez no pude más. Había comprado 300 gramos de cecina y la había metido en
la nevera. No hay cosa que más me joda que ver la cecina en la nevera. Se queda
echa un mazacote y luego no hay quien la despegue. La cecina hay que comprarla
con mesura y despegarla enseguida y colocarla en un plato grande de manera que
una loncha no se toque con otra y dejar que sude esa grasilla tan rica que
tiene a temperatura ambiente; pero si vas y compras 300 gramos de una tacada
tienes que usar tres platos y ocupar una mesa entera. Bueno, no sé qué más
puedo decirles, creo que si tienen ustedes un coeficiente intelectual de más de
80 en lo que se refiere a embutidos (dejemos la abstracción, la lógica
matemática, el lenguaje, la creatividad y la inteligencia emocional para otro día, hoy solo los embutidos)
comprenderán la ira que me invadió cuando encontré esa cantidad
desproporcionada de cecina cortada en lonchas muy finas y convertida en una
masa informe. Marisa estaba en el ordenador mirando toda esa mierda que ve la
gente, muy concentrada. Cogí el mazacote de cecina, lo amasé para darle forma
de porra y me acerqué sigilosamente por detrás de ella. Había decidido
apalearla con el garrote-cecina hasta dejarla agonizante y ensangrentada. No
había más remedio, se lo había explicado montones de veces y no atendía a
razones así que había llegado el momento de darle una lección que no olvidara
nunca. Estaba viendo un video de gatitos
haciendo travesuras y sonreía absorta sin darse cuenta de que yo acechaba a su
espalda, armado con una porra letal de cecina. Levanté la mano sobre su cabeza,
la cecina se doblaba estúpidamente y se me ocurrió que a lo mejor la noticia en
sucesos sería igualmente estúpida: “Apalea a su pareja con cecina”. Bueno, en
estos casos es el redactor el que le puede dar dignidad a una noticia o
convertirla en esperpento. De pronto, Marisa agarró el cenicero y lo levantó un
palmo.
-“Una mujer mata a su marido con un
cenicero tras ser atacada por este con un pegote de cecina” –dijo entonces.
- Vale, pero en adelante haz el favor
de dejarme a mí la compra de los embutidos.
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