Creo que ya les expliqué a ustedes que a mi Marisa la conocí
en las redes sociales pero no les dije como. En mis primeros contactos con esa
herramienta maravillosa de hermandad entre las personas de buena voluntad que
es el feisbuk, andaba yo un poco desconcertado y sin saber qué hacer. Durante 6
meses me dediqué a dejar testimonio de mi soledad en mi muro haciendo llamamientos desesperados a
quien pudiera leerme:
Durante ese tiempo no caí en la cuenta de que no tenía
amiguitos y por eso mis intentos de contactar con alguien eran infructuosos. Así
que me dediqué a añadir amiguitos pero no encontraba a ningún conocido porque
tengo pocos amigos o ninguno y los conocidos se limitan a venderme la fruta o
el pescado o la entrada del cine, pero nunca me dicen su nombre ni me preguntan
por mi salud o la de mi familia así que ¿quién era yo para invadir su intimidad
solicitándoles acceso a todas esas porquerías que seguramente mostraban sin
pudor en sus perfiles? De una de estas me encontré con el perfil de la frutera
que es como una especie de actriz porno pero que todavía no sabe que lo es:
tiene los labios así y los pezones apuntando en aquella dirección y los
mofletitos y las dimensiones de todo lo demás pero no tiene la actitud porque
todavía no sabe que es una actriz de películas de putas y sigue malgastando su
vida repartiendo fruta y cobrando por ello. Un día vencí mi timidez ante las
mujeres sobredimensionadas y le conté el chiste de los sellos aprovechando que
solo había una vieja con un niño de unos 7 años que me imaginé que todavía no
sabía hablar ni entendía nada de lo que yo ni nadie pudiera decir, a juzgar por
el moco que asomaba de su nariz y su boca abierta. Quizás se lo solté de manera
un tanto abrupta, antes de darle los buenos días.
-Hola, ¿qué le pongo?- me dijo la frutera
- ¿Sabes el chiste de la tía que cada vez que se duchaba le
salían sellos del coño y fue al médico y este le dijo que no eran sellos sino
etiquetas de los plátanos?
-…-, se me quedó mirando como si mi cabeza fuera un calamar.
- ¿Te lo cuento?
-…-se me quedó mirando como si mi cabeza fuera un mejillón.
Me puse colorado, compré dos manzanas y una pera (la fruta
se pudre) y me fui.
Así que me encontré con la frutera en feisbuk y le hice una
solicitud de amistad que no obtuvo respuesta pero me guardé su foto de perfil y le pedí a la
hija de mi primo (que tiene 13 pero hace unas cosas acojonantes con el
photoshop) que le pusiera la cabeza a unas fotos de putas del prívate que tenía
de cuando era pre-puber. Eran unas putas con grandes matas de pelo en el coño
que les llegaban hasta el ombligo y en casi todas tenían lecherazos en los
muslos y la boca así que le dije también que si podía hacer que la cara de la
frutera tuviera también semen en la boca y la barbilla y, a poder ser, algo también
en la frente y las pestañas. La niña, que no era muy espabilada, le enseñó el
montaje final a su padre explicándole que era un regalo para el primo Mariano y
ya nunca me volvieron a hablar en la vida. En fin, que solo tenía un amigo que se
llamaba señor zapato y solo colgaba cosas de zapatos y casi nunca quería
escuchar mis confidencias.
Ya llevaba un par de años deambulando solitario por las
redes sociales cuando me encontré un perfil muy raro, el de Marisa. En primer
lugar estaba todo en abierto y viendo
sus fotos comprobé que su físico no me acojonaba pero me ponía la polla como
una morcilla de burgos porque era menudita y yo ando bien servido y me
imaginaba metiéndosela y reventando los huesos de sus caderitas y provocando
terremotos de placer en sus vísceras. En segundo lugar se apellidaba Verdasco
Parrondo y yo Parrondo Verdasco lo que me hizo pensar en que pudiera ser una
prima a la que nunca conocí porque a lo mejor mataron a sus padres y se crió en
un orfanato y a lo mejor hubiéramos podido compartir bañera de pequeños si la
desgracia no se hubiera cebado en su familia. Y ahora viene lo más asombroso: ¡MARISA ESTABA A TODAS LUCES MUERTA!, a juzgar por los mensajes que la gente
publicaba en su perfil desde hacía dos días: “Te llevaré siempre conmigo”; “Se
que me cuidarás de allí arriba”; “Se me hace raro que ya no existas. Se me hace
insoportable”. En fin. Era una muerta. Si no aceptaba mi solicitud de amistad
no sería tan grave. La sorpresa. Aceptó mi solicitud y tardé una semana en
atreverme a poner algo en su muro porque no sabía si sería correcto decirle
alguna frivolidad estando tan reciente lo suyo con la muerte. Finalmente me
atreví a colar algo entre los pésames y las añoranzas que poblaban su muro.
Ella me respondió.
Le había hecho ilusión,
pobrecita mía, que tanta gente la llevara en el corazón allá donde estuviera y
que le atribuyeran la calidad de ángel que
brilla en forma de nueva estrella desde el firmamento.Creo que ella pensó que yo hablaba en broma y no quise sacarla de su error.
Eso. Solo quería contaros eso porque me pareció que fue algo
curioso que merece ser contado. También deciros que, aunque ahora vivimos
juntos, todavía disfrutamos chateando y colgando enlaces uno en el muro del
otro, uno en la cocina y otro en el salón, porque es como tener nuestra primera cita siempre
presente.
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