Mi Marisa es muy lista pero de sensibilidad nada de nada. Ya
le he dado varias veces mis poesías para que las lea porque creo que la poesía,
como la música, nos hace mejores personas, pero ella emite un sonrisita que
intenta ocultar con sus manitas de radióloga y no dice nunca nada porque de
sensibilidad nada de nada. Es cariñosa y eso pero de sensibilidad nada de nada.
Ya me puede ver llorando amargamente cuando se muere el tío de Spiderman en la
peli y ella riéndose como si su corazón estuviera helado. Luego, por ejemplo,
se le cruza un niño por la calle, y se le queda mirando con una sonrisa melosa
que me dan ganas de vomitar. Un día quise imitarla para que viera que yo
también puedo ser tierno y me quedé mirando a una niñita con cara de amor mientras
su padre la ponía a mear agarrándola por las patas y alzándola unos palmos del suelo y el señor me amenazó
con darme una patada que me rompía la cabeza. Como si no fuera bastante
esfuerzo mirar con expresión dulce a una nena que orina (menudo chorro, como
una vaca), solo por ganarme el favor de Marisa, que tiró de mí antes de que se
me ocurriera decir cualquier cosa que empeorara la situación. Ella siempre es
práctica y resolutiva, eso sí, pero de sensibilidad nada de nada. Le leí mi
última poesía y a mí me parece que debería haber mostrado entusiasmo, aunque
solo fuera por la expresión entusiasmada de mi rostro. Pero ella nada de nada.
El paté está triste y
amilanado
De verde mohoso y de olvidado
El tocino sufre de
amor
que una morcilla le
despreció
Y ahora flota
solitario entre las fabas
Y en su corazón ya no
queda nada
No me digáis que no se os encoge el corazón
-Marisa, por el amor de Dios, ¿Cómo puedes ser tan fría ante
la belleza de las palabras? ¿Es que no te subyuga la musicalidad que he epatado con maestría?
- No sé qué quiere decir epatar en ese contexto y dudo que tú
conozcas siquiera su significado y tampoco sé cómo se puede amilanar el paté.
Tampoco consigo sentir empatía hacia el tocino, por muy apesadumbrado que me lo
presentes, y la capacidad de enamorar de la morcilla es también dudosa, aunque
se trate de un tocino emocionalmente inestable.
-Vaya, Marisa, un
tocino emocionalmente inestable. Me sorprende que en el fondo de tu corazón
haya conseguido despertar algo de simpatía hacía el tocino enamorado con mis
versos. Le has atribuido cualidades humanas. ¿Quieres ver el trozo de tocino
que inspiró el verso?
-Estaba en la nevera en un plato y lo he tirado.
-Estaba solitario, Marisa, meditaba. Y tú lo has arrojado al
limbo de los tocinos.
A veces mi Marisa pierde la paciencia porque no sabe si
estoy para encerrar o para monologar encima de un escenario y se fue a la cama
disgustada.
A eso de las tres de la mañana me puse a hurgar en el cubo
de la basura y me encontré en el fondo al trocito de tocino abrazado a la
morcilla (¡cuánta comida se tira en esta casa!). Estaban juntos y se querían.
-¡¡MIRA MARISA, LA MORCILLA Y EL TOCINO ESTABAN ABRAZADOS EN
EL FONDO DEL CUBO, TU INSENSIBILIDAD NO HA PODIDO CON SU AMOR!!- los puse en la
almohada al lado de su cabecita.
-A lo mejor es que yo soy más práctica que tú y en vez de
inventar poesías me ocupo de que
permanezcan juntos.
Me quedé un rato ahí de pie mientras Marisa me daba la
espalda¿Estaría riendo o llorando? Seguro que riendo porque ella de
sensibilidad nada de nada.
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