QUEDO LOCO
En mi pueblo, cuando les dan una noticia sorpresa o les
cuentan un chisme suculento, dicen “¡Calla ho, quedo loco! No sé si este hecho
les llama a ustedes la atención especialmente pero a mí siempre me turbó sobremanera
porque la cosa era que en mi pueblo no decían “flipo”(por supuesto) o “déjesme
frío o acojonao” ante una noticia o chisme, que son dos estados reversibles,
sino que se quedaban locos, lo que implica irreversibilidad. Así, el primer año
que veraneé allí, contando 8 años de edad, fue confuso y lleno de miedos y terrores
nocturnos y diurnos. Al tercer día, cuando ya había visto los cerdos, las vacas
y las gallinas, me senté en un banco con dos señores de boina a los que aún no
conocía y uno le dijo al otro que se había muerto Pepa de casa Rúa, a lo cual
el otro respondió:
-¡¡Calla ho, quedo loco!!
Aquel señor se había quedado loco en mi presencia y a partir
de entonces procuré evitarlo. Al día siguiente lo vi acercarse por el camino con
su guadaña al hombro y me tiré a esconderme a los arbustos porque sabía que
estaba loco. Durante el resto del verano todos fueron quedándose locos delante
de mí por razones diversas (el precio de una pala, el embarazo de una soltera,
la muerte de dos vacas) sin cortarse un duro y poco a poco fue disminuyendo el
número de cuerdos en el pueblo hasta que ya no quedó nadie. Lo más duro fue ver
como Marina la de ca´l Sastre perdía su cordura. Yo estaba siempre con ella y
con una muy fea cuyo nombre he olvidado porque eran las más jóvenes (13 y 14,
creo recordar) y todavía no se habían quedado locas. Marina me tenía embelesado
porque era dulce y hermosa como una gominola de fresa pero aquel día funesto, la amiga fea
le comentó en mi presencia que Manolín el de Lulón ya no estaba saliendo con
Aurora (que ya hacía unos días que se había quedado loca) y entonces ella lo hizo:
-¡¡Quedo loca!!- dijo. Y amargas lágrimas recorrieron mi
rostro mientras huía. Sentimientos encontrados turbaban mi corazón. El amor que
ya no se haría realidad y el pavor bombeando juntos en mi corazón.
Fue así como durante ese verano y los siguientes estuve
rehuyendo a todo el mundo. Les suplicaba a mis padres que no me dejaran allí y
rogaba a Dios porque nunca nadie les comentara alguna cosa que les hiciera
quedarse locos. A dios gracias, mis padres habían viajado por el mundo y eran más
de quedarse fríos o acojonáos. Durante mis vacaciones andaba siempre solo,
escondido en el bosque o en los pajares y paneras y solo trataba con mi abuelo,
que era un tipo huraño y malcarado que nunca se iba a quedar loco porque nadie
solía contarle nada nunca. El verano en que cumplía 14 años coincidí con un
nuevo veraneante, 3 años mayor que yo y al decirle yo que debería andar con cuidado
porque estaban todos locos y explicarle mis razonamientos, se rió de mí y me
abrió los ojos.
-Pero no es una expresión literal, es solo una muestra de
asombro que usan aquí.
Era un tipo muy raro que siempre estaba silbando o leyendo
libros gordos y mi sexto sentido me decía que era también un tipo listo y en
ese momento caí de la burra, pero ya era tarde porque todo el mundo sabía que
aquel niño(yo) que huía y se escondía e incluso a veces les tiraba piedras y
cosas desde la distancia estaba como una puta chocolatera, igual que el animal
de su abuelo.
Aunque intenté a lo largo de los años pulir mi
comportamiento en su presencia e incluso gritar al acercarme a un grupo “¡¡QUEDO
LOCO!!” para demostrar que ya estaba integrado, ya nunca dejé de ser el loco
del pueblo y a veces incluso pienso que algo de verdad hay en ello, pero mi
Marisa me quita esos pensamientos negros de la cabeza asegurándome que los
locos peinan bombillas y a mí nunca me ha visto hacerlo.
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