Un día conocí a la mujer de Rodrigo y estuve
todo el rato pensando en arañas peludas mientras hablaba con ellos porque tenía
miedo de que adivinasen lo que pensaba. En realidad solo Marisa puede adivinar
lo que pienso pero lo hace todo el rato sin cortarse un pelo, sin dejarme un
poco de intimidad. A veces veo una mierda desde la otra acera, en el paseo de
la playa y alguien que se acerca descalzo
y, si voy solo, grito :
-¡¡CUIDADO CON LA MIERDA, POR DIOS!! –grito.
Y alguna vez me llevo las manos a la cabeza al ver a la chica mirarme con la
boca abierta justo en el momento en que
sus pies se hunden en el cagarro. Estoy lejos y no tengo visión telescópica, pero la imagen de la mierda colándose entre
sus deditos se queda grabada en mi retina como si la tuviera a dos palmos y es
algo turbador que me acompaña durante días enteros con sus noches. Durante
semanas.
Pero si me acompaña Marisa no me deja gritar
porque de alguna manera advierte la alarma en mi mirada, la sigue, y adivina lo
que está ocurriendo y lo que voy a hacer.
-No te pongas a chillar como un lunático, si
la tiene que pisar la pisará y si no lo hace ella lo hará cualquier otro. Si
quieres puedes ir por ahí corriendo con una bolsa y recogiendo todas las
mierdas o puedes quedarte toda la tarde
vigilando esa para que nadie la pise pero por favor, no te pongas a chillar
ahora.
- ¿No te das cuenta, Marisa, de que soy igual
que el guardián entre el centeno y necesito que no ocurra nada nunca para estar
tranquilo? ¿No te das cuenta de la pesadilla que es mi vida con todas esas
cosas ocurriendo todo el rato? Un gran poder conlleva una gran responsabilidad,
Marisa, solo quiero descansar, Marisa, y no siempre puedo deshacer el mal. Esas
cosas ocurren todo el rato y yo no puedo hacer nada por evitarlo. ¡¡TODO EL
RATO Y EN TODAS PARTES!!
- Muy bien, cariño, acabas de mezclar a Spiderman, Salinger y “La milla verde” en
esa coctelera que tienes por cerebro.
En fin. Marisa no siempre me comprende pero
siempre me presiente, lo que me ha llevado a creer que todo el mundo puede
adivinarme a poco que se esfuerce y, para evitarlo, pienso intensamente en lo
contrario de lo que estoy pensando o en cosas turbias que les disuadan de
hurgar en mi mente.
Les estaba diciendo a ustedes que me encontré
con Rodrigo y me presentó a su mujer, que era más alta y fuerte que él, y más
guapa y casi seguro que con las nalgas desprovistas de pelo y los glúteos
poderosos. Rodrigo es un imbécil que siempre está opinando en alto y
aconsejando sobre la vida a todo el mundo, sentenciando con la mirada profunda
y frunciendo el ceño al hacerlo para dar a entender que lo que te está diciendo
es producto de un esfuerzo intelectual
que haría sangrar los ojos y
oídos de cualquiera de nosotros. Así que estaba pensando en el culo de
la señora del imbécil de Rodrigo y tuve que hacer un esfuerzo en pensar lo
contrario, en este caso en arañas peludas, porque cuando estoy delante de una
mujer y pienso en alguna parte de su cuerpo se me nota mucho. Las arañas
peludas andaban por todas partes. Recorrían las paredes del parvulario pero los
niños no parecían alterarse. Les tiraban papelitos mojados con cerbatanas de
bolígrafo bic. Era divertidísimo porque algunos niños tenían una puntería
asombrosa. El profesor se unió al juego y le acertó con el borrador a una
arañota gorda que tenía cara de bonachona. Se quedó en el suelo panza arriba
moviendo las patazas peludas. Solté una risa demente acompañando a la de los niños,
que celebraban con entusiasmo que el maestro, que era casi siempre severo y mal
encarado, participara de sus juegos y se riera también.
-¡¡JA JA JA, PUTAS ARAÑAS PELUDAS!! –grité.
Caí en la cuenta de que Rodrigo y su señora
habían desaparecido y solo dos señoras me miraban desde un banco del parque con
ojos asombrados.
1 comentario:
Me acuerdo de los bolígrafo bic y el arroz.
Buen escrito, Javi.
EL DIBUJO, GENIAL.
Un saludo.
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