viernes, 27 de enero de 2012

ESOS NIÑOS DESVALIDOS Y DECADENTES

-¡¡MARISA, POR DIOS, NO ME OBLIGUES A IR!!
- No seas infantil, Mariano, no vamos a estar más de una hora.
- ¡¡PERO NO QUIERO!!
- Mi hermano solo viene 4 veces al año y vamos a ir a visitarle.
- ¡¡PERO LA NIÑA ME DA MIEDO, MARISA!!
La sobrina de Marisa es inquietante y me da mucho miedo porque se pasa el día haciendo chocar sus peluches en el aire y gritando: ¡¡FIUUUUUUU...PUMBA!!. Es algo estremecedor y no entiendo como no la encierran en un sanatorio mental o al menos en una habitación con llave cuando tienen visitas. A veces intento advertir vergüenza en las caras de los padres cuando hace esas cosas horribles pero parece que son inmunes al ridículo, lo que me hace sospechar que , cuando están solos con la pequeña, ellos también se entregan a esos juegos demenciales y quizás es por eso que la niña solo sabe hacer eso. Me los imagino a los tres haciendo chocar sus peluches y un rubor, mezcla de repulsión y vergüenza, aflora en mis mejillas en esos momentos. Marisa me dice que la niña es demasiado pequeña y debería esperar al menos a que aprenda a hablar para juzgar la calidad y complejidad de sus juegos; pero yo me pregunto cuánto tiempo pueden esperar unos padres a que sus hijos evolucionen en alguna dirección si no se trata de unos padres desnaturalizados.
- A ti te dan miedo todos los niños, Mariano, así que no busques argumentos ridículos para evitarlos y enfréntate a tus miedos como un adulto.
Vale, me había pillado. Me habéis pillado. Me dan mucho miedo. Recuerdo que fui incapaz de acercarme a mi hermana, 12 años menor que yo, hasta que  tuve la seguridad de que la cabeza no iba a desprenderse y rodar en solitario por el suelo. Mis padres intentaban que la cogiera en brazos pero yo me negaba y me comprometía a hacerlo solo  si le ponían un collarín para sujetar ese cuello tan inestable. Mi prima Eugenia me perseguía en su andador cuando yo contaba con 10 años de edad y ella tenía 2 y yo corría y lloraba refugiándome en las faldas de mi madre. No me importaba sin embargo que el viejo Kioskero demente me enseñara su muñón de la rodilla o que una araña peluda recorriera mi espalda; pero los niños no son más que adultos sin hacer y hay algo enfermizo y decadente en su desvalidez y  dependencia, en su delicada piel tan vulnerable y en su inocente maldad y egoísmo. Con los años mis miedos difusos se han convertido en fobia y repulsión, pero he elaborado complejas maniobras de evitación que casi siempre dan resultado. Marisa me dice que acuda a un psicólogo conductista porque en otras cosas son unos inútiles pero para las fobias son los putos jefes, dentro de su gremio. 
-¡¡NO QUIERO PSICÓLOGOS , MARISA, ME ENCERRARÁN CON 20 O 30 NIÑOS MIENTRAS ME HACEN ESCUCHAR MÚSICA RELAJANTE O ME PROVOCAN ARTIFICIALMENTE ESTÍMULOS PLACENTEROS!!¿QUIEN TE DICE QUE LA FOBIA NO SE CONVERTIRA EN FILIA Y ME TRASFORMARÉ  EN UN PEDÓFILO ENFERMIZO?
Os preguntaréis como consigo evitar el contacto con niños. Casi siempre cambio de acera cuando veo a algún amigo con su hijo, porque todos están convencidos de que sus niños son adorables y todo el mundo quiere besarlos o abrazarlos o llevarse sus babas en el pantalón. En los autobuses es a veces imposible evitarlos y me estremezco solo de sentir sus ojos posados sobre mí y me dan nauseas cuando la madre dice:
- ¿Por qué miras a ese señor, qué te dice ese señor?
-Yo no he establecido contacto visual con su bebé, señora, y tampoco creo que mi comunicación no verbal haya podido darle a entender que pretendo relacionarme de alguna manera con él, le ruego evite involucrarme en el aprendizaje de habilidades sociales que usted tenga programado para su hijo. Este sitio está repleto de imbéciles que se prestarán gustosos a su juego, el niño los mirará, le harán carantoñas, el niño la mirará a usted para decidir, por la expresión de su rostro, si el tipo en cuestión representa alguna amenaza o, por el contrario, no corre peligro, pero permítame que le advierta que en un sitio repleto de imbéciles el niño solo aprenderá a hacer muecas estúpidas y a hablar con voz de pito, porque estoy seguro de que la voz de los niños sería más madura y grave si no se empeñase todo el mundo en hablarles con agudos y tonos musicales.
A veces no ocurre así. A veces simplemente me bajo del autobús.
¿Fiestas familiares? Estoy siempre enfermo si sé que va a haber niños. Pero Marisa se empeñaba en curarme la enfermedad y ese día quería que fuéramos a ver a su hermano que tiene una niña espantosamente dulce que juega con sus peluches y grita: "FIUUUU...PUMBA" mientras los hace chocar entre ellos(¿no os parece que esa manía de hacerlos chocar es propia de un corazón cruel?).
- ¡¡NO QUIERO IR, MARISA, Y NO PUEDES OBLIGARME!!¡¡TENGO DIARREA Y NO ME PUEDO MOVER DE LA TAZA NI PODRÉ HACERLO EN DOS DÍAS, TRÁEME UNOS BOCADILLOS Y AGUA, DÉJALOS EN LA PUERTA Y VETE!!
-Pero...
Po fin se dio por vencida y se fue ella sola a ver a su hermano. Salí del baño y busqué mis viejos peluches, que tenía escondidos en un lugar ignoto del armario de la ropa vieja. Me senté en el suelo y los lancé al aire:
- ¡¡FIUUUUUU......PUMBA!!.
Luego les apagué algunas colillas en el lomo, sobre todo al perrito de la lengua afuera.

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