Le dije a mi Mariano que se descapullara bien para lavarse el glande y él me dijo que para qué si no se lo iba a ver ningún desconocido. Le dije que se lavara los dientes más a menudo y que no se rociara el desodorante sobre los sobacos añejos; que no me mostrara el bolo alimenticio durante la comida en el restaurante mientras me explicaba lo de aquel día que vomitó unos mejillones como los que estábamos comiendo y salieron casi sin digerir y con aspecto de mejillones. Que no se cortara las uñas de los pies en la cocina; que no se masturbara en la terraza, que aunque él no las vea, las personas a veces se agazapan tras las cortinas y miran. Por fin, me vi obligada a darle un ultimatum y le di por escrito la lista de todas estas cosas que me desagradaban de él y le hice saber que si no cambiaba de actitud le echaría de mi casa. Se me quedó mirando con los ojos muy abiertos y me dijo:
- Creo que lo de lavarme el glande no es una idea descabellada, Marisa, siempre y cuando accedas a tragarte la leche cuando me la chupes. Sobre el resto de demandas, las estudiaré y dentro de una semana nos podemos reunir para negociar.
Es que es un solete ¿Quién va a echar a la calle a un hombre así?
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2 comentarios:
Mariano es sin duda un espécimen auténtico. Terrenal. Aprecia los sabores y los placeres de este mundo. Es un catador. No como esos gilipollas que por arte de magia dicen que el vino tiene 200 sabores diferentes y se lo creen. Sabores y olores sólo hay dos: el de uno mismo y el de los otros.
Muy interesante este blog me encanta la tematica y la iconografia. Genial!
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