Había
quedado con mi Marisa a las 8 en el bar "La Moral", que es un sitio
precioso con cuadros de payasos que conviven en las paredes con posters de
pressing catch y un retrato de Belén Esteban susceptible de haber sido
realizado por la mujer del dueño, que se encarga también de la cocina. El
cuadro está hecho con amor y dedicación y tiene los brillos de las pupilas
primorosamente pintados con dos pequeños brochacitos blancos. Se reconoce en
seguida a la princesa del pueblo porque en letras bien grandes está pintada en
mayúsculas la siguiente leyenda: BELEN ESTEBAN. LA PRINCESA DEL
¡¡PUEBLO!!. Mi Marisa había quedado con
una amiga a la que hacía tiempo que no veía y le sugerí que era mejor que yo
no fuera a la cita porque seguro que tenían muchas cosas que contarse pero lo
cierto es que me dan mucho repelús las reuniones con antiguas amigas a las que
no conozco porque se me quedan mirando con los ojos muy abiertos y esas bocas
sonrientes llenas de dientes, como esperando que despliegue mi simpatía de
primera toma de contacto. Allí estaban las dos; mi Marisa de espaldas y la
chica de frente a la puerta. Cuando me vio entrar pude detectar como una
especie de rictus de terror y la oí susurrar, con mis superorejas: "Ay, Dios
mío, viene hacia aquí". Marisa ya me había advertido que su amiga tenía
una especie de fobia hacia las personas que le daban asco y se me ocurrió
pensar que detrás de mí había alguna persona de esas características. Detrás de
mí no había nadie y cuando hice el ademán de sentarme con ellas la chica se
puso a mirar al suelo con una especie de tensión psicótica. Marisa nos presentó
pero la chica estaba paralizada y de repente comenzó a emitir una especie de
hipo muy mecánico y casi forzado. Marisa y yo nos miramos y, después de
hacernos un significativo gesto que solo nosotros conocemos y que consiste en
mover las orejas yo y sacar la punta de la lengua ella, me levanté para irme asegurando que se me habían olvidado
las pastillas de la alergia, pero antes me metí en la boca uno de los pinchos
de tortilla y después de masticarlo un poco me saqué de la boca el bolo alimenticio y lo
coloqué en el plato junto a los otros pinchos."¡¡SE PASARON CON LA
CEBOLLA!!", dije, y me di la vuelta y me fui.
En
el bar "Bromas" había dos tipos patibularios tras la barra que me
miraron como si estuviera invadiendo su territorio. Era un sitio oscuro de paredes
desnudas y unas escaleras que descendían hacia las mazmorras donde estaban
hacinados los cadáveres de los clientes despistados que entraban en el local.
Me puse mis gafas de montura amarilla y cristales anaranjados para que todo me
pareciera más amable y pedí un vino. Emergió entonces de las escaleras un tipo con la cara grandota, los ojos juntitos, la frente
diminuta y una oreja desabrochada y la otra no. Se puso muy cerca de mí:
-
Estoy como la pija de un mono señor, ¿me invita a una cerveza?- me dijo.
-...
-
Acabo de salir de manicomio, señor, estoy como la pija de un mono ¿me invita a
una cerveza, señor? Estoy como la pija de un mono y me encerraron porque le
corté el cuello a mi hermano que siempre se comía las patatitas a pesar de
llevarme solo 1 año. ¿Me invita a una cerveza, señor? Se pensaba que se podía
comer todas las patatitas él solo porque me llevaba un año y era mayor pero yo
soy más grande que mi padre y le corté el cuello. ¡¡Come pan!!, decía ¡Come
pan!.
-...-Yo
no decía nada
-¡¡come
pan!!, decía , y no me dejaba coger de la bolsa de las patatitas porque se
pensaba que al ser mayor que yo tenía más derecho que yo a comer las patatitas ¿me
invita a una cerveza, señor?.
-Si
vienes conmigo te puedo presentar a una señoritas que invitan a cerveza.
"¡Come
pan!" , repetía entre risas el hombre de la mazmorra mientras nos
encaminábamos al bar "La Moral".
5 comentarios:
Me encantan las tribulaciones de Mariano... turbulenta inocencia... creo que las gafas de cristales naranjas son un gran invento.
Eso , turbulenta inocencia, yo no lo hubiera descrito mejor. Y las gafas de cristales anaranjados son el mejor invento después de la luz eléctrica, según Mariano.
Buen relato, Javi.
Un saludo.
Jajaja, es una historia real!? En qué porcentaje?
Gracias, Kenit. Don Mingo, casi todas las historias de Mariano y Marisa tienen un poso de realidad. Cogemos algo de aquí y algo de allí y lo pasamos por el cerebro desajustado de Mariano y ya está. Las tías estúpidas que creen adivinar personalidades demoníacas en la gente que les desagrada físicamente o que simplemente no encajan en su casa de muñecas, existen, el bar patibulario también(muy cerca de mi casa, un día entré con mi familia y volvimos a salir con las mismas porque nos miraron como si estuviéramos tentando a la muerte), el descerebrado que intenta asustarte y acabas asustándolo tú a él...No sigo.
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