martes, 13 de julio de 2010

AS DE TRÉBOLES


Iba por la calle tan tranquilo y algo pasó zumbando ante mis ojos, casi rozándome la nariz, a una velocidad del demonio, y fue a estrellarse contra el suelo. Era un vaso o un cenicero y me pareció que si estaban intentando asesinarme lo iban a seguir haciendo durante toda la noche, en forma de objetos diversos arrojados desde los edificios. ¿Cómo se habían puesto de acuerdo para hacerlo y cual era el siguiente objeto que atentaría contra mi vida? También podía habérsele caído a alguien involuntariamente. Alguien al que no dejaban fumar en el interior de su casa y sacaba el cenicero a la ventana. O alguien que bebía apoyado en la barandilla de la terraza mientras le acariciaba el coño a la gata en celo con el pie, para tranquilizarla. Ella le había arañado por que él le había metido el dedo gordo en el coño o lo había intentado, provocando que dejara el vaso caer al vacío. Casi me pareció esta versión más lógica que la del cenicero (que se suele sujetar sobre las palmas abiertas hacia arriba) y que la de los intentos de asesinato.
-¡DEJA A LA GATA EN PAZ, COJONES, QUE VAS A MATAR A ALGUIEN!- , le grité a una cabeza vieja y calva que asomaba allá por el cuarto piso. Na, ni caso.
Seguí camino después de oler el suelo y los cristales y comprobar que, efectivamente, allí había ron con coca-cola. O quizás Pepsi. Ese borracho de mierda toqueteando a la gata con su pie. A saber como tenía las uñas para que la gata hubiera reaccionado de esa manera. A la gente le sorprendía verme allí olisqueando pero yo nunca fui de irme a casa dudando de nada. Así fue que un buen día vi a una chica cuya cara me resultaba conocida, en la terraza en que yo me tomaba un vino de los buenos, y no paré hasta que caí en la cuenta de que un día, esa misma chica que reía con su chico (majo como las pesetas) me había asombrado metiéndome la lengua en el culo y pretendiendo besarme en la boca después. Nunca entenderé que a nadie le apetezca meterme la lengua en el culo. Me acerqué a ellos y le pregunte a la chica:
-¿Te acuerdas de mí?
Se hacía la loca. Eso si que me pone de los nervios.
-Claro, cómo te vas a acordar si tenías los ojos apretados contra mi culo y la lengua dentro. ¿Y ahora a qué te dedicas? Me dijiste que estabas estudiando medicina y que tenías una hermana autista…
No hablaba, la pobre. Si me hubiera saludado con naturalidad yo no la habría puesto en evidencia. Bah, olvidémosla.
La cosa es que al doblar la esquina vi en otra terraza a otra chica que hubiera jurado que era la que me había chupado el culo, si no fuera porque la acababa de dejar atrás con aquella cara de haba. ¿Cómo se puede uno confundir con una cosa así? ¿Por qué la vida pone a veces tantos obstáculos en nuestro camino en forma de mujeres que hacen cosas que luego no reconocen o borrachos que masturban a sus gatas y te tiran el vaso a la cabeza?
Recuerdo también otra jugarreta terrible que me hizo el destino. La chica de la que estaba enamorado en mi adolescencia quería que subiera a su casa, pese a no estar borracha ni nada, y tuve que declinar su invitación porque sabía que bajo mis calcetines había unas uñas de los pies demasiado largas. No era algo que pudiera pasar desapercibido: Eran unos enormes mejillones en mis pies. Tendría que pedirle un cortaúñas y ella supondría que el largo de mis uñas y su aspecto debía ser escandalosamente desagradable para que me atreviera a pedirle semejante cosa antes de follar con ella. Decidí no hacerlo y no subir y me quedé sin follar esa noche y jamás la volví a ver. Hubiera podido ocurrir que ese día me hubiera puesto las camperas, con las que no se puede caminar con las uñas largas, y hubiera decidido cortármelas; luego todo habría ido bien y ahora sería el padre de cuatro preciosos niños de ojos verdes y rizos rojos o con mi cara o todo ello a la vez .
Pero estábamos con el vaso caído del cielo. Bien. Esa noche no cayeron más vasos pero, justo cuando paseaba por la playa mojando los pies, algo cayó del cielo. Sí, sí, del cielo, porque allí no había nada mas que mar y arena. Era ese As de tréboles que veis ahí, que me guardé inmediatamente en la cartera y a cuya magia atribuyo desde entonces (aunque no tengo ni puta idea de qué significa ni quiero que me lo digáis) todas las cosas increíbles que dejaron de ocurrirme desde entonces y todas las que no estaban programadas pero sí me ocurrieron.
No miento. Esa es la carta. Siempre está en mi cartera y me podéis pedir que os la enseñe si me veis por ahí.
SI PICÁIS EN LA CARTA MÁGICA, APARECE UN CHISTE DE SEXO Y UÑAS.

2 comentarios:

Mariano dijo...

Aunque tú tengas tu carta de la suerte hay que procurar ir siempre "aseaditos", para no tener que renunciar a nada; por lo menos por ese motivo. Un saludo.
P.D. En el texto del e-mail de Manri he borrado sin saber como un párrafo; me quedó fatal. Decía... No sé como se las va a arreglar en el futuro con la pequeñica y con los tres que vienen de camino.

javiguerrero dijo...

Ya lo sé Mariano pero a mí,por ejemplo, me gustan tanto mis boxer negros, que me parece casi una traición cambiarlos por otros, aunque solo sea para un por un par de semanas. Y eso que mi madre bien que me decía. ¡cámbiate de calzoncillos hijo, no vaya a ser que tengas un accidente!