Creo que ya sabéis todos que me encanta poner la oreja y espiar las conversaciones ajenas. En el autobús hay muchas de móvil y es divertido intentar deducir por el tono y el contenido de la conversación quién es el que está al otro lado. Cuando hay muchos "vaaaale....que sí....vaaaale" se puede deducir que al otro lado está una madre o un padre si la chica-o es muy joven o también un marido o esposa si ya tienen una edad. Susurros indican novios en plena pasión que sufren la ausencia. Si una madre bastante madura habla con su hijo, a veces puedes adivinar la edad aproximada del hijo y si vive en la misma ciudad o hay distancia de por medio y si estudia o trabaja o tiene novia o novio, sin que se haya colado ninguna información explícita al respecto. En fin, podría tirarme horas describiendo apasionantes conversaciones en el autobús. Pero la de esta mañana fue más bien desasosegante. Yo estaba sentado delante de ellas, una madre y una hija de unos 7 años. La niña decía pequeñas cosas divertidas. Se reía de lo que veía por la ventana.
-Mira ese señor..ja ja...lleva unas zapatillas espaciales- decía.
Unos cuantos viajeros miramos al señor, de unos 60 años, que esperaba en el semáforo y llevaba puestas unas deportivas metalizadas en oro en los pies y una sonrisa estúpida en la cara. Sonreímos.
-En los chinos no tienen tinta china, me lo dijo un niño...
Es verdad. No tienen. Recuerdo haber montado un pollo y pateado unas estanterías en uno de esos bazares porque me negaba a creer que no hubiera tinta china. Cojones, tienen figuras de San Pancracio y no tienen tinta china.
-¿Y por qué no te callas de una vez?- dijo la madre, de una manera fría y seca que me congeló la sonrisa en la cara. No fue lo que dijo, que, por otra parte, es bastante común entre las madres que ya están hasta el coño de oír a sus hijos decir estupideces, sino algo terrible en su tono de voz. Algo peor que el fastidio y peor que el cansancio.
-Ay...,me has escupido al hablar-,dijo la niña entre risas.
-Baja el tono, yo no te he escupido ni una sola gota así que baja el tono.
Pasaron unos segundos y la niña no hablaba.
-Baja el tono ¿me oyes?.
Un señor calvo y con carpeta me miró esperando yo qué sé. El también había captado algo aterrador en aquella madre.
-Siempre la tenemos que estar liando...como el tiempo, unas veces llueve y otras hace sol. ¿Me oyes? Eres igual que el tiempo. Unas veces llueve y otras hace sol. Siempre igual- dijo ahora la madre.
...
-¿Me estás escuchando sí o no? Y mírame a la cara cuando te hablo. Cuando aprenderás que hay que mirar a las personas a la cara cuando te hablan. ¿Me oyes?.
La niña era lista. No decía nada. Se lo estaba guardando para cuando tuviera 12 años y un machete.
Me levanté para bajarme en mi parada y a puntito estuve de romper mis normas de observador objetivo e intervenir. Me incliné levemente hacia ellas y cuando ya tenía la boca abierta para hablar, la niña hizo algo que me pareció todavía más espeluznante que la voz de la madre. Me miró a través del reflejo de la ventana, para que su madre no lo viera y puso su dedo índice sobre los labios, indicándome que me callara.
Así que escribí una notita en un trocito del informe de la ecografía de mi hígado y la dejé caer sobre el regazo de la niña al pasar a su lado cuando me bajaba del autobús.
La nota decía:
A tu madre la llamábamos "la papeles" en el instituto porque se ponía papeles en el sujetador para aparentar que tenía tetas. Le olía el aliento, era casi tan fea como ahora y dicen que un día la violaron en un poblado gitano.
Desde el semáforo del cruce, al pasar el autobús, puede ver a la niña sonreír.
-Mira ese señor..ja ja...lleva unas zapatillas espaciales- decía.
Unos cuantos viajeros miramos al señor, de unos 60 años, que esperaba en el semáforo y llevaba puestas unas deportivas metalizadas en oro en los pies y una sonrisa estúpida en la cara. Sonreímos.
-En los chinos no tienen tinta china, me lo dijo un niño...
Es verdad. No tienen. Recuerdo haber montado un pollo y pateado unas estanterías en uno de esos bazares porque me negaba a creer que no hubiera tinta china. Cojones, tienen figuras de San Pancracio y no tienen tinta china.
-¿Y por qué no te callas de una vez?- dijo la madre, de una manera fría y seca que me congeló la sonrisa en la cara. No fue lo que dijo, que, por otra parte, es bastante común entre las madres que ya están hasta el coño de oír a sus hijos decir estupideces, sino algo terrible en su tono de voz. Algo peor que el fastidio y peor que el cansancio.
-Ay...,me has escupido al hablar-,dijo la niña entre risas.
-Baja el tono, yo no te he escupido ni una sola gota así que baja el tono.
Pasaron unos segundos y la niña no hablaba.
-Baja el tono ¿me oyes?.
Un señor calvo y con carpeta me miró esperando yo qué sé. El también había captado algo aterrador en aquella madre.
-Siempre la tenemos que estar liando...como el tiempo, unas veces llueve y otras hace sol. ¿Me oyes? Eres igual que el tiempo. Unas veces llueve y otras hace sol. Siempre igual- dijo ahora la madre.
...
-¿Me estás escuchando sí o no? Y mírame a la cara cuando te hablo. Cuando aprenderás que hay que mirar a las personas a la cara cuando te hablan. ¿Me oyes?.
La niña era lista. No decía nada. Se lo estaba guardando para cuando tuviera 12 años y un machete.
Me levanté para bajarme en mi parada y a puntito estuve de romper mis normas de observador objetivo e intervenir. Me incliné levemente hacia ellas y cuando ya tenía la boca abierta para hablar, la niña hizo algo que me pareció todavía más espeluznante que la voz de la madre. Me miró a través del reflejo de la ventana, para que su madre no lo viera y puso su dedo índice sobre los labios, indicándome que me callara.
Así que escribí una notita en un trocito del informe de la ecografía de mi hígado y la dejé caer sobre el regazo de la niña al pasar a su lado cuando me bajaba del autobús.
La nota decía:
A tu madre la llamábamos "la papeles" en el instituto porque se ponía papeles en el sujetador para aparentar que tenía tetas. Le olía el aliento, era casi tan fea como ahora y dicen que un día la violaron en un poblado gitano.
Desde el semáforo del cruce, al pasar el autobús, puede ver a la niña sonreír.
Picando en la imagen, algunas ideas de Dangerous Man para arreglar el mundo, que a veces considero acertadas.
2 comentarios:
Lamentablemente hay demasiadas madres (y padres), que son un pésimo ejemplo y nulo espejo donde mirarse sus hijos. Esperemos que mejore algo la especie a pesar de sus progenitores. En mi adolescencia me dió por "enjuiciar" a la gente según la primera impresión que me producía al conocerla ; descubrí que me equivocaba menos de lo se suponía que debiera ocurrir.
Ejemplo contrario es mi amigo Manrique, ( no lo digo por que sea mi amigo, sino por que es cierto). En toda mi vida ha conocido a nadie con esa capacidad educadora y de comprensión con sus hijos, especialmente en los momentos "complicados"; el resultado salta a la vista. Leí el relato a propósito del "accidente" con el vídeo de las "exploradoras" y el chino. Como decía un comentarista, con las tres palabras de marras estaba el 98 % del diálogo y el resto AAAHHH... Un saludo Javi.
Buf, lo jodido es que este relato no era un relato. Salvo con algunas salvedades.(por supuesto, no hubo notitas). fue esta mañana en el autobús. Y lo de la pelu tampoco, aunque parezca mentira.
Un saludo Mariano
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