domingo, 6 de junio de 2010

POP. VAS A SABER LO QUE ES PERDER...POP

El profesor puso al empollón imbécil a ponerle cruces en la pizarra a todo aquel que se moviera o hablara y se fue a hacer sabe dios qué. Yo me las arreglaba bien para quedarme quieto y no hablar pero a veces me daba por hacer una cosa con la boca para distraerme. Se trataba de apretar los labios y hacer una especie de pequeño ruidito explosivo al expulsar el aire eclosionando los labios. Sonaba como una botella de champán al saltar el tapón (no sé si me explico). El caso es que Alfonso era un hijo de puta además de el empollón imbécil y me apuntó 35 cruces, una por cada vez que lo hice. Joder, yo solo era un niño que eclosionaba los labios para permitir que el aire saliera de la boca emitiendo un ruido de tapón de champán ¿era necesario ensañarse de esa manera? La cosa fue así: hice el ruido y me puso una cruz, hice otro y me puso otra y después ya no pude parar hasta que llegó el profesor cuando ya tenía treinta y cinco cruces. No me lo podía creer, tenía más cruces que el niño que un día le había metido una patada en el coño a la directora (algo impensable en aquellos tiempos) y que aquel otro que ya fumaba. Nos habían dicho que no nos moviéramos ni habláramos pero nadie dijo nada de hacer ruiditos con la boca. Pues aquel día nos pusieron en fila y el profesor nos fue dando un bofetón a cada uno. Cuando me tocó el turno el bofetón sonó en mi cabeza como una botella de champán al romperse. Como sacaba sobresalientes no tenía experiencia en recibir bofetones con actitud espartana, como los vagos que se distraían en clase y las llevaban a todas horas; y grité: ¡Hostia!. “¿Qué has dicho” me dijo el profesor. “Hostia” respondí. Y me dio otro bofetón. “¡Hostia!”, dije “¿Qué has dicho?”.Hostia. Y otro bofetón “¡Hostia!” “¿Qué has dicho?”. Hostia. Y otro. Y así hasta 6 veces. He de reconocer que, a pesar de sacar sobresalientes en todas las asignaturas, aquel día no anduve muy vivo pero, joder, yo solo era un niño que eclosionaba los labios para permitir que el aire saliera de la boca emitiendo un ruido de tapón de champán ¿Era necesario ensañarse de esa manera?
32 años después me encontré a Alfonso, el esbirro de las cruces, en el autobús con su mujer y su hijita de rizos dorados y grandes ojos azules. Eran guapos lo tres. La madre y la hija iban delante juntas y detrás Alfonso; y al lado de Alfonso me senté yo. Acerqué un poco mi cabeza a la suya y lo hice: Pop. El tapón del champán. No se acordaba de mí. Me sentía como Robert de Niro en “el cabo del miedo” (la escena del cine ¿os acordáis). Pop. Me miró de reojo y la niña se volvió. Sonreí: Pop.
¿Sabéis cuantas veces lo hice? 32 (sí, las conté ¿pasa algo?). La niña se reía y se reía y Alfonso tenía una gota fría de sudor en la frente. Estoy seguro de que era una gota fría. Me había reconocido. Luego se levantaron para bajarse en su parada y me dio tiempo a decirle en un susurro:
-Vas a saber lo que es perder…
Como Max Cady-De Niro en el cabo del miedo.
En la imagen, una historia larga de recuerdos infantiles y venganzas crueles. son 4o y pico páginas muy gratas de leer.

3 comentarios:

Don_Mingo dijo...

Quizá no te diste cuenta de que aquél anciano que iba en el asiento de atrás era tu profesor. Si hubiera tenido fuerza y agallas para levantar la mano... :P

Mariano dijo...

Tengo la impresión de que un encuentro casual, con un antigüo compañero(el empollón colaborador y acusica), ha dado origen a este estupendo relato. Me "va" tan lento el ordenador que todavía voy por la tercera página de los dibujos. Saludos genio.

javiguerrero dijo...

Donmingo. Las agallas le duraron lo que se tardó en prohibir las palizas a los niños después de morirse Franco, como no podía ser menos.
Eh Mariano, te advierto, no tiene la historia nada que ver excepto en que es de niños. Por cierto, yo tengo un internete de usb y ya ni me molesto en intentar ver imágenes grandes, videos o escuchar música: Yo que tú lo veía en un ciber.