La recepcionista se llamaba Choni y parecía una de esas analfabetas que viven en caravanas en las películas o esas que salen en los documentales sobre barrios marginales en los extrarradios; sin embargo, su abuelo era el dueño de ese hotelito de 3 estrellas y de otros dos. A mí me tocaba trabajar de ayudante en la cocina con su madre, que era una señora que se reía y maldecía como un camionero, viuda de un pequeño señor enjuto y tristón que había en una foto que amarilleaba en la puerta de la nevera de la carne. La Choni entraba muchas veces con los 4 niños en la cocina y estaba preñada otra vez a pesar de su aspecto famélico.
“Mira, a este le han arrancado los brazos”, le dijo un día a la mediana de sus hijas, de unos 4 años. Estaban sentadas al lado de la pica de los platos, la niña sobre las rodillas de la madre, y hojeaban algo.
“¿viste qué montón de tripas”
“chof chof, ja ja”, decía la niña
Intenté averiguar qué coño miraban, pero no estaban en mi campo de visión (ni siquiera a través del reflejo de enorme cuchillo de carnicero que colgaba en la pared delante de mi cabeza era capaz de adivinar a qué se referían).
“¡Eh, a este le está dando por el culo un perro!”
“Mamá, has dicho un pecao”
“perro no es un pecao”
“ja ja, qué tonta, perro no, lo otro…has dicho un pecao”
“ Ay mira, uvas..., moras...,un pulpo…¿ves al niño muerto?”
“no está muerto, está durmiendo”, dijo la nena.
“y ese trozo de brazo ¿también está durmiendo?”
“el niño está durmiendo” y la nena empezó a hacer pucheritos.
La madre cogió a la niña y mirándola muy de cerca a los ojos le dijo:
“El niño está muerto, ¿vale?”
Yo callaba como un zorro mientras miraba de reojo y pelaba manzanas dejando caer las mondas en un bote de plástico.
“¡NO HAY NINGÚN NIÑO MUERTO, ESTÁ DURMIENDO LA SIESTA!”.
La Choni posó a su hija en el suelo de forma muy violenta
“¡Eres una niña estúpida!” le gritó. Y la dejó plantada ahí sola, llorando desconsoladamente. Al pasar a mi lado, arrojó el libro en el bote de las mondas.
“¿ Y A TI NO TE DA VERGÜENZA ESTAR PELÁNDOLE LAS MANZANAS A MI MADRE, A TU EDAD?” , me dijo sin mirarme (35 años, yo no me veía tan viejo para pelar manzanas). Luego se volvió, antes de salir de la cocina, y me gritó, señalando el bote:
“¡¡JOEL-PETER WITKIN, YA QUE TAN INTERESADO ESTÁS!!”
El libro que reposaba sobre las mondas era, efectivamente, un libro de bolsillo del fotógrafo Joel-Peter Witkin. Pues no era tan palurda como parecía. Ni yo tanto como ella creía.
A partir de aquel día, cada vez que veía a la Choni, con su barrigota desproporcionada, me daba por pensar que no estaría mal meter mi brazo en su culo delante de sus hijos. Ella hacía como que no había pasado nada.
La fotografía es de Witkin y está escaneada del libro que reposó en el bote de las mondas (quizás por eso un tanto desmejorada) y el cómic consta de 4 páginas.
¿Veis al niño muerto? Está muerto de verdad. Y todo lo demás.
7 comentarios:
Tu texto, en tu línea, auténtico.
Witkin, también auténtico. Eres genial, ya lo sabes.
Un abrazo.
Quería decorar la pelu con fotografías de Witkin, pero alguien con sentido común me lo desaconsejó (casi seguro que fue una mujer). Gracias.
Un relato de humor inspirado por Witkin, que inesperado jeje.
Me alegro de que recuperaras el libro.
Y sí, decorar una peluquería con sus fotos tal vez no fuera una buena idea, no creo que atraiga la clientela.
Y las letras moradas no sabía que se leyeran mal ¿Las moradas o las de color vino? Porque yo las moradas las veía en un tono clarito.
las de color vino, pero ya te digo que puede ser mi monitor mal ajustado o que mis ojos están viejos y cansados.
XDDD Al final la choni tenía algo de cultura... muy bueno el texto y el comic...
dirty saludos¡¡¡¡
Pero estaba como una maniega.¿Te imaginas que hicieran psicotécnicos para ser padres? acabaríamos en crecimiento cero.
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