lunes, 8 de febrero de 2010

EL ÚLTIMO TEOREMA DE FERMAT

Alfonsito y yo no contábamos porque cuando estamos borrachos parecemos subnormales y somos demasiado bajitos, calvos y feos incluso cuando estamos sobrios; pero los otros dos, Oscar y como se llamara el rufián ese que se las sabía todas, se estaban arreglando bastante bien con aquellas palurdas de piernas kilométricas y hombros anchos rematados por dos pequeñas cabecitas con unas frentes estrechísimas y algo analfabeto en la mirada. Yo ya estaba servido en cuanto a sexo porque había follado el año pasado con dos chicas más jóvenes que yo y como soy de ciencias no necesitaba mucho más para sobrevivir. El mundo de los números y las bajas pasiones son incompatibles para mí. Ya lo eran en el instituto cuando no dejé que me la chupara una chica porque sacaba cero en matemáticas. ¿Cómo se puede sacar cero en matemáticas y pretender chupársela a un tío cuyas notas superaban el nueve en la mayoría de los casos? Pensaréis que soy un tikismikis, pero tened en cuenta que a una persona que os ha chupado la polla gratuitamente no le podéis negar después una conversación, y yo soy un caballero (¿y de qué podía hablar una chica que sacaba cero en matemáticas?)
El caso es que Alfonsito se emborrachaba porque sus complejos eran tan obvios que espantaban a cualquier mujer que se acercara lo suficiente y yo me emborrachaba para poder tratar con todos los subnormales que nos rodeaban sin que sospecharan lo que pensaba de ellos. Cuando estás borracho y bien borracho puedes entusiasmarte con lo amigo que eres de otra persona que en realidad te es antipática y meterte en el papel con absoluta naturalidad. Puedes follar con cualquier tarada sin ningún complejo y al día siguiente meter las narices en el último teorema de Fermat sin temor a que se produzca una especie de osmosis entre una situación y la otra. Sobrio a las matemáticas y borracho a las relaciones humanas, ese es el dogma que dirige mi vida. Pensaréis que la resaca supone un problema a la hora de enfrentarse a los números y no estáis equivocados, pero mis estudiados ritos matutinos son capaces de invertir el proceso y convertir el dolor en números y ecuaciones haciendo que el estado físico se diluya como el significado de una palabra que repites 50 o 1000 veces. ¿Habéis probado a repetir una palabra tan habitual como cuchara durante diez minutos? Bien, probad y habréis dado el primer paso hacía la felicidad, porque ahí está el remedio de todas vuestras angustias. Solo tenéis que desarrollar esa idea. Pero se me ha ido el santo al cielo. Estábamos con Oscar y aquel rufián que manejaba mucho dinero pero nunca lo tenía.
-Yo puedo detectar si una mujer tiene la regla con solo olfatearla- dijo el rufián, haciendo reír a las palurdas mientras olfateaba el aire que las rodeaba.
Cuando se fueron con las chicas me quedé mirando a Alfonsito, que estaba colorado como un centollo y sonreía con la boca abierta y los ojos medio cerrados y luego a la camarera hirsuta del otro lado de la barra, que tenía la lengua afuera mientras se concentraba en secar los vasos. “Me cago en el último teorema de Fermat”, pensé.

2 comentarios:

Ovetdao dijo...

Yo también me relajo con números, pero no a tan alto nivel. Sólo contando simultánemente de 0 a 100 y de 100 a 0: 0 - 100, 2 - 99, 3- 98...

javiguerrero dijo...

Yo soy más de letras que de ciencias y mas de arte que de ladrillo. ¿Para las resacas?Algún analgésico con codeina y un chupito de orujo de hierbas; si eres capaz de tomártelo sin vomitar recién levantado, ya tienes el cuerpo listo. Otra opción es el te con anis, si eres capaz de tomártelo sin vomitar, ya tienes el cuerpo listo. Pero algún día probaré tu sistema, que seguro que no anda desencaminado.